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El futuro de la competencia entre las grandes potencias

MILÁN – En los recientes encuentros del G7 y la OTAN se señaló a China como un competidor estratégico, un socio comercial calculador, una amenaza tecnológica y para la seguridad nacional, un violador de los derechos humanos y un paladín del autoritarismo en el mundo. China denunció esas caracterizaciones, que su embajada en el Reino Unido llamó «mentiras, rumores y acusaciones sin fundamento». No hay que subestimar los riesgos de esa retórica.

Muchos occidentales desaprueban la estructura gubernamental unipartidaria China, así como en China hay quienes hacen oír su menosprecio por la democracia liberal —en su opinión, en decadencia terminal—. El verdadero peligro, sin embargo, es que los funcionarios de ambas partes parecen haber adoptado un marco de suma cero, dentro del cual las potencias no pueden coexistir, sino que una de ellas debe «ganar».

De acuerdo con esta lógica, ambas partes deben intentar siempre aplastar a la competencia. Para China, entonces, Occidente —y EE. UU. en especial— deben estar procurando revertir su ascenso (que, en realidad, se debió en grado no menor a EE. UU.). Y, para Occidente, China está decidida a aprovechar su poderío económico, incluido su gigantesco mercado interno, para modificar el sistema mundial a su imagen y en su beneficio.

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