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Inquietudes sobre la deuda brasileña

LONDRES – En el ámbito de la política fiscal, dos cosas han cambiado en los últimos años en todo el mundo. La primera es que las sostenidas bajas tasas de interés real han permitido que los gobiernos incurran en mayores déficits y endeudamiento. La segunda es que la pandemia del coronavirus ha hecho que sea imperativo emplear este espacio fiscal más amplio para proporcionar ayuda financiera a las familias y las empresas, como también para estimular la recuperación económica.

Las economías avanzadas están gastando lo que sea necesario para mantener sus economías a flote. En Estados Unidos, los escépticos sostienen que el paquete de US$ 1,9 billones del presidente Joe Biden es demasiado cuantioso, pero nadie teme que los inversionistas puedan negarse a adquirir la deuda resultante o exigir una prima de riesgo. La situación es distinta en las economías emergentes, que están menos endeudadas que los países ricos, pero que tienen tasas de interés más altas e ingresos fiscales menores y más volátiles.

Entre los emergentes, Brasil parece estar decidido a poner a prueba los límites de la deuda. La buena noticia es que este país ha respondido de manera vigorosa ante la pandemia. Sus medidas fiscales discrecionales por un total del 8,3% del PIB –mayores que las de la mayoría de las economías emergentes e incluso que las de muchas economías avanzadas– han ayudado a los hogares pobres y han contenido la recesión gatillada por la pandemia, con una baja en el producto de "solo" el 4,1% en 2020.

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