galbraith28_ Chip SomodevillaGetty Images_biden Chip Somodevilla/Getty Images

Por qué la economía de Biden no entusiasma

AUSTIN – En una entrevista reciente para la CNN, Paul Krugman, columnista del New York Times, decía que le costaba comprender por qué los votantes estadounidenses no están tan eufóricos como él con la economía del término medio (ni muy fría ni muy caliente) del presidente estadounidense Joe Biden. La inflación está en caída, la tasa de desempleo se mantiene baja, la economía está creciendo y las cotizaciones en la bolsa son elevadas. Así que, se pregunta Krugman, ¿por qué el índice de aprobación de la economía de Biden hoy es un triste 36%?

El periodista Glenn Greenwald ve en la extrañeza de Krugman un ejemplo de sesgo de clase: como si Krugman fuera otro rentista consentido y bien provisto de efectivo, inmuebles, acciones y bonos. Pero esa apreciación es muy injusta. No conozco la casa de Krugman, pero he visto su modestísima oficina en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Nadie niega que le ha ido bien, pero sospecho que sus gustos plebeyos han cambiado poco desde sus primeros días de profesor en Yale, cuando yo era allí estudiante de posgrado.

No, el problema de Krugman no es que tenga demasiado dinero, sino la obsolescencia de sus ideas. Él y yo llegamos a la madurez profesional durante la presidencia de Jimmy Carter. Los republicanos, que tenían a Carter en la mira, se valieron entonces del «índice de miseria», un indicador formado por la suma de las tasas de desempleo e inflación en un mes o año dado. Como instrumento de polémica, el índice resultó devastador, sobre todo en 1980, cuando los controles de Carter al otorgamiento de crédito causaron una breve recesión, justo después de la crisis de precios del petróleo provocada por la Revolución Iraní. Esto facilitó la llegada de Ronald Reagan a la presidencia.

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