

Many would regard the middle of a pandemic-induced economic crisis as the wrong time to sound the alarm about the potential dangers of profligate government spending. But as US President Joe Biden’s proposed $1.9 trillion economic rescue plan works its way through Congress, it is not only Republicans who are asking whether providing too much fiscal stimulus could be just as risky as delivering too little.
CAMBRIDGE – Al igual que los surfistas que buscan la próxima gran ola antes de que la primera haya pasado, los epidemiólogos y funcionarios de salud pública de los Estados Unidos se preparan para un nuevo frente de infecciones por COVID-19 más entrado este año. Se teme que esta segunda ola coincida con el pico de la temporada de la gripe de EE.UU. de 2020-21, lo que provocaría una nueva avalancha de pacientes hospitalarios que necesiten urgentemente asistencia respiratoria.
El temor está justificado, considerando lo que sabemos acerca de los coronavirus y la gripe. En ambas enfermedades, las infecciones comienzan a aumentar en noviembre y llegan a su máximo en algún punto de diciembre, enero o febrero, antes de retroceder hacia el mes de abril.
Lo que es menos seguro es lo intensas que serán las olas de cada infección. Aunque entendemos los patrones de infección de la gripe mucho mejor que los del virus del SARS-CoV-2 que causa el COVID-19, la gripe sigue siendo una incógnita conocida. Sus cepas varían de año en año en términos de transmisibilidad y gravedad. En algunos años, el número de vidas perdidas por la gripe en los EE.UU. puede ser tan bajo como 12.000. Pero durante el invierno de 2017-18, una cepa particularmente letal provocó la muerte de unos 80.000 estadounidenses, la cifra más alta en al menos 40 años.
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