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Después de la época de oro de las finanzas

LONDRES – Incluso después de la aprobación de nuevas regulaciones financieras en los Estados Unidos, la Ley Dodd-Franck  y de la publicación de los nuevos requisitos de capital del Comité de Basilea, las perspectivas del sector financiero para los próximos años siguen siendo muy inciertas. Los precios de las acciones bancarias han tenido una cierta recuperación luego de la caída de 2008, por supuesto, sin embargo, ese repunte recientemente se debilitó. Muy independientemente de sus preocupaciones sobre la solidez de la recuperación de la economía, los inversionistas no están seguros de los modelos de negocios de muchas firmas financieras, y del tamaño, forma y rentabilidad futuros del sector financiero en general. 

Después de todo, los bancos siguen siendo altamente impopulares en todos los países desarrollados. Los banqueros continúan siendo parias sociales, despreciados por el público igual que los que comercian droga o los periodistas. Si pierden dinero se les insulta, y si lo ganan se les ataca. Para los bancos y sus accionistas parece un caso de lanzar la moneda al aire, en el que con cara ganan y con cruz perdemos. Así pues, mientras los bancos vuelven a tener ganancias, los políticos en América del Norte y en Europa han empezado a hablar de nuevos impuestos que van a recortar esas ganancias en beneficio de los contribuyentes, cuyo apoyo mantuvo a los bancos activos en el punto álgido de la crisis.

Este es un enorme contraste con la situación del sector financiero en las tres décadas previas. Desde finales de los años setenta hasta 2007, el sector financiero creció mucho más rápido que la economía real. En 1980, los activos financieros –acciones, bonos y depósitos bancarios- sumaban en conjunto alrededor del 100% del PIB en las economías avanzadas. En 2007, la cifra era superior al 400% en los Estados Unidos, en el Reino Unido y en Japón.

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