Mientras el mundo aplaudía al ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan por sus recientes esfuerzos para poner fin a la violencia en Kenia, muchos también se preguntaban si un Annan fatigado, o algún otro líder global, librará otra batalla para fines de este mes: esta vez en Zimbabwe.
Las inminentes elecciones en Zimbabwe, programadas para el 29 de marzo, ofrecen miedo y esperanza a la vez a los millones de personas atrapadas en las condiciones infernales del país o que intentan huir de ellas. Incluso los datos oficiales hoy ubican la tasa de inflación en más del 100.000%, y la situación de los zimbabwenses comunes se vuelve más desesperada cada día. Las elecciones podrían darles a los zimbabwenses la posibilidad de terminar con la prolongada dictadura del presidente Robert Mugabe. Pero, sin supervisión, se llevarán a cabo en un contexto que podría arremeter con las esperanzas de los zimbabwenses.
A los zimbabwenses se les niegan sus libertades elementales y son objeto de violencia. La tortura es generalizada. Grupos de la sociedad civil reportan arrestos de candidatos electorales de la oposición, manipulación de los suministros de alimentos con fines políticos e incidentes violentos de intimidación a los votantes.
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Rather than reducing concentrated market power through “disruption” or “creative destruction,” technological innovation historically has only added to the problem, by awarding monopolies to just one or a few dominant firms. And market forces offer no remedy to the problem; only public policy can provide that.
shows that technological change leads not to disruption, but to deeper, more enduring forms of market power.
The passing of America’s preeminent foreign-policy thinker and practitioner marks the end of an era. Throughout his long and extraordinarily influential career, Henry Kissinger built a legacy that Americans would be wise to heed in this new era of great-power politics and global disarray.
reviews the life and career of America’s preeminent foreign-policy scholar-practitioner.
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Mientras el mundo aplaudía al ex secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan por sus recientes esfuerzos para poner fin a la violencia en Kenia, muchos también se preguntaban si un Annan fatigado, o algún otro líder global, librará otra batalla para fines de este mes: esta vez en Zimbabwe.
Las inminentes elecciones en Zimbabwe, programadas para el 29 de marzo, ofrecen miedo y esperanza a la vez a los millones de personas atrapadas en las condiciones infernales del país o que intentan huir de ellas. Incluso los datos oficiales hoy ubican la tasa de inflación en más del 100.000%, y la situación de los zimbabwenses comunes se vuelve más desesperada cada día. Las elecciones podrían darles a los zimbabwenses la posibilidad de terminar con la prolongada dictadura del presidente Robert Mugabe. Pero, sin supervisión, se llevarán a cabo en un contexto que podría arremeter con las esperanzas de los zimbabwenses.
A los zimbabwenses se les niegan sus libertades elementales y son objeto de violencia. La tortura es generalizada. Grupos de la sociedad civil reportan arrestos de candidatos electorales de la oposición, manipulación de los suministros de alimentos con fines políticos e incidentes violentos de intimidación a los votantes.
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