velasco139_EVARISTO SAAFP via Getty Images_lulamaduro Evaristo Sa/AFP via Getty Images

Lula danza con dictadores

LONDRES – Cuando un político de derecha con inclinaciones autoritarias (tipo Donald Trump) corteja a un dictador genocida como Vladimir Putin, reaccionamos con disgusto, pero no nos sorprendemos. Cuando un exdefensor de los derechos humanos y héroe de la clase obrera apoya a dictadores culpables de carnicerías abominables, reaccionamos primero con asombro y luego con repulsión. Es lo que siento cuando veo al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, abrazando a Putin y al déspota venezolano Nicolás Maduro. Lo de Lula es un descalabro moral de proporciones desoladoras.

Comencemos con su amor por Maduro, que es menos conocido a nivel mundial. En una cumbre regional celebrada a fines de mayo pasado, muchos activistas progresistas quedaron pasmados cuando Lula afirmó que las violaciones a los derechos humanos y las prácticas antidemocráticas en Venezuela son una mera “construcción narrativa”. Esto respecto a un país donde, según Human Rights Watch, “la policía y unidades militares han asesinado y torturado con impunidad en las comunidades de bajos ingresos” y “las autoridades hostigan y persiguen a los periodistas, a los defensores de los derechos humanos y a las organizaciones de la sociedad civil”.

Cuando otros líderes latinoamericanos protestaron, Lula pasó de lo político a lo personal. Recordemos que fue encontrado culpable de corrupción y condenado a 12 años de cárcel, pena que cumplió hasta que la Corte Suprema revocó su condena en un fallo que, de acuerdo al Financial Times, “sigue siendo controvertido”. Las acusaciones contra Maduro, gruñó abruptamente Lula, son “como las mentiras en mi contra, que nadie logró probar”.

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