WASHINGTON, D.C. – Casi cinco años después de la peor crisis financiera desde el decenio de 1930 y tres años después de la promulgación de las reformas financieras Dodd-Frank en los Estados Unidos, todo el mundo se hace una pregunta: ¿por qué hemos logrado tan pocos avances?
Se han prometido nuevas normas, pero se han aplicado muy pocas en realidad. Aún no hay una “norma de Volcker” (que limite las operaciones de los bancos por cuenta propia), las normas sobre los derivados siguen en preparación y los fondos de inversión en el mercado monetario continúan sin haber sido reformados. Peor aún: nuestros bancos más grandes se han vuelto aún mayores. No hay señal de que hayan abandonado la estructura de incentivos que fomenta la adopción de medidas excesivamente arriesgadas y las grandes distorsiones provocadas por el principio de “demasiado grande para quebrar” se ciernen sobre muchas economías.
Hay tres posibles explicaciones de lo que ha salido mal. Una es la de que la reforma financiera es inherentemente complicada, pero, aunque aún hay que precisar muchos detalles técnicos, algunas de las personas más inteligentes del mundo trabajan en los organismos reguladores pertinentes. Están más que capacitadas para formular e imponer el cumplimiento de las normas... es decir, cuando eso es lo que se les pide de verdad.
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While China was an early mover in regulating generative AI, it is also highly supportive of the technology and the companies developing it. Chinese AI firms might even have a competitive advantage over their American and European counterparts, which are facing strong regulatory headwinds and proliferating legal challenges.
thinks the rules governing generative artificial intelligence give domestic firms a competitive advantage.
After years in the political wilderness, the UK Labour Party is now far ahead in opinion polls, with sensible plans for improving the country's economic performance. But to translate promises into results, any future government will have to do something about the elephant in the room: chronic under-investment.
explains what it will take for any political party to restore hope in the country's long-term economic future.
WASHINGTON, D.C. – Casi cinco años después de la peor crisis financiera desde el decenio de 1930 y tres años después de la promulgación de las reformas financieras Dodd-Frank en los Estados Unidos, todo el mundo se hace una pregunta: ¿por qué hemos logrado tan pocos avances?
Se han prometido nuevas normas, pero se han aplicado muy pocas en realidad. Aún no hay una “norma de Volcker” (que limite las operaciones de los bancos por cuenta propia), las normas sobre los derivados siguen en preparación y los fondos de inversión en el mercado monetario continúan sin haber sido reformados. Peor aún: nuestros bancos más grandes se han vuelto aún mayores. No hay señal de que hayan abandonado la estructura de incentivos que fomenta la adopción de medidas excesivamente arriesgadas y las grandes distorsiones provocadas por el principio de “demasiado grande para quebrar” se ciernen sobre muchas economías.
Hay tres posibles explicaciones de lo que ha salido mal. Una es la de que la reforma financiera es inherentemente complicada, pero, aunque aún hay que precisar muchos detalles técnicos, algunas de las personas más inteligentes del mundo trabajan en los organismos reguladores pertinentes. Están más que capacitadas para formular e imponer el cumplimiento de las normas... es decir, cuando eso es lo que se les pide de verdad.
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