

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
CARACAS – Hace dos años, se produjeron manifestaciones públicas tanto en Kiev como en Caracas. Mientras que la Revolución de la Dignidad en Ucrania rápidamente llegó al poder, en Venezuela los cambios políticos han ido por una vía mucho más lenta. Sin embargo, las elecciones parlamentarias que se realizaron el 6 de diciembre, en las que la oposición obtuvo dos tercios de los escaños, han llevado a un aceleramiento de los acontecimientos políticos en Venezuela.
A pesar de que en la noche de las elecciones el presidente Nicolás Maduro reconoció la derrota, su gobierno ha prometido desconocer toda legislación que apruebe la Asamblea Nacional y ha establecido a otra, la Asamblea de los Comunes, que no está dispuesta en la constitución. Todavía más, aprovechó la última sesión de la Asamblea Nacional para nombrar a 19 magistrados de la Corte Suprema, y ha hecho un llamamiento a sus simpatizantes para evitar que la Asamblea recién elegida entre en funciones el 5 de enero. Al igual que Ucrania dos años atrás, Venezuela va rumbo a una crisis constitucional.
Sin embargo, existe un paralelo aún más antiguo y ominoso entre Venezuela y Ucrania: la hambruna intencional de 1933 en la Ucrania Soviética. La decisión tomada por Stalin en 1932 de obligar a los agricultores independientes – los kulaks – a trabajar en grandes granjas colectivas, causó la muerte por inanición de 3,3 millones de personas en Ucrania el año siguiente.
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