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Putin y los sospechosos de siempre

ESTOCOLMO – El mes pasado, el presidente ruso Vladímir Putin inició una revisión del gobierno ruso y su orden constitucional, indicando que —de una u otra manera— se mantendrá en el poder cuando termine su mandato en 2024. También ajustó su política económica, de acuerdo con el supuesto de que una mayor inversión estatal impulsará el crecimiento. Pero, en este caso, es probable que las ilusiones de Putin se vean defraudadas.

Tradicionalmente, el primer ministro ruso y su vicepresidente primero han supervisado la política económica. Con la nueva administración, Mijaíl Mishustin, director durante años de la administración fiscal, reemplazó a Dmitri Medvédev, el desafortunado suplente de primer ministro nombrado por Putin. El principal asesor económico de Putin, Andréi Beloúsov, asumió como vicepresidente primero; y Antón Siluánov se mantuvo como ministro de Finanzas. (El nuevo asesor económico de Putin es el ex ministro de Economía Maxim Oreshkin, un joven estrella y tecnócrata, con ideas similares a las de Beloúsov).

Después de asesorar a Putin durante siete años, las ideas de Beloúsov reflejan las de su patrón. Hijo de un destacado economista marxista, es un estatista desenfadado y keynesiano autodeclarado, lo que significa que apoya un mayor gasto estatal. Desde su «reelección» en 2018, Putin y Beloúsov se han centrado en 13 proyectos nacionales diseñados para mejorar el nivel de vida y aumentar la inversión en infraestructura.

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