OXFORD – Cuando se establecieron las instituciones de las Naciones Unidas y Bretton Woods tras la Segunda Guerra Mundial, hace casi siete décadas, el poder económico y político estaba concentrado en manos de unos pocos países «victoriosos»; lograr consensos sobre cómo restaurar el orden internacional era entonces relativamente fácil. Pero, desde entonces, la gobernanza global se ha tornado cada vez más confusa e obstaculizando los avances en áreas que afectan a todo el mundo.
No solo son más de 190 los países que actualmente forman parte de la ONU; también han proliferado instituciones internacionales con financiamiento público y ni siquiera se ha cerrado una sola institución multilateral desde la Segunda Guerra Mundial. El resultado es una amalgama ineficiente y confusa de mandatos superpuestos.
Mientras tanto, porciones significativas del sistema internacional carecen de financiamiento suficiente para lograr progresos significativos en áreas críticas, un problema que solo empeorará a medida que crezcan las necesidades y expectativas de una población mundial en continua expansión. En este contexto, los avances en temas mundiales –como el cambio climático, los delitos informáticos, la desigualdad del ingreso y la crónica carga de enfermedades– resultan esquivos.
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Since the 1990s, Western companies have invested a fortune in the Chinese economy, and tens of thousands of Chinese students have studied in US and European universities or worked in Western companies. None of this made China more democratic, and now it is heading toward an economic showdown with the US.
argue that the strategy of economic engagement has failed to mitigate the Chinese regime’s behavior.
While Chicago School orthodoxy says that humans can’t beat markets, behavioral economists insist that it’s humans who make markets, which means that humans can strive to improve their functioning. Which claim you believe has important implications for both economic theory and financial regulation.
uses Nobel laureate Robert J. Shiller’s work to buttress the case for a behavioral approach to economics.
OXFORD – Cuando se establecieron las instituciones de las Naciones Unidas y Bretton Woods tras la Segunda Guerra Mundial, hace casi siete décadas, el poder económico y político estaba concentrado en manos de unos pocos países «victoriosos»; lograr consensos sobre cómo restaurar el orden internacional era entonces relativamente fácil. Pero, desde entonces, la gobernanza global se ha tornado cada vez más confusa e obstaculizando los avances en áreas que afectan a todo el mundo.
No solo son más de 190 los países que actualmente forman parte de la ONU; también han proliferado instituciones internacionales con financiamiento público y ni siquiera se ha cerrado una sola institución multilateral desde la Segunda Guerra Mundial. El resultado es una amalgama ineficiente y confusa de mandatos superpuestos.
Mientras tanto, porciones significativas del sistema internacional carecen de financiamiento suficiente para lograr progresos significativos en áreas críticas, un problema que solo empeorará a medida que crezcan las necesidades y expectativas de una población mundial en continua expansión. En este contexto, los avances en temas mundiales –como el cambio climático, los delitos informáticos, la desigualdad del ingreso y la crónica carga de enfermedades– resultan esquivos.
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