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Los “invisibles” en la pandemia

LONDRES/PARÍS – La pandemia del COVID-19 comenzó con la confianza en las instituciones en un mínimo sin precedentes. La política estaba polarizada y la cohesión social, delgadísima. Es por esto que, mientras los gobiernos se esfuerzan por dirigir una gran cantidad de recursos a los hogares y las empresas, no deben ignorar a aquellas comunidades locales donde la crisis de salud y las consecuencias económicas se entrecruzarán más visiblemente.

Cuando los líderes del G20 se reúnan online esta semana para coordinar una respuesta al COVID-19, parece probable que la caída del PIB global que se espera en los próximos meses supere la contracción durante la Gran Recesión post-2008. A diferencia de la crisis financiera global que desató esa caída, la pandemia amenaza con cerrar sectores enteros de las economías en todo el mundo. Simplemente no tenemos ningún precedente de que tanto en tantas economías de repente se frenase simultáneamente.

Las respuestas domésticas a la Gran Recesión fueron inadecuadas. Los rescates estabilizaron a las instituciones financieras y a los centros urbanos a la vez que dejaron a millones de personas rezagadas en regiones rurales y semi-rurales. A medida que la austeridad y la automatización fueron erosionando las perspectivas de una vida mejor en comunidades no urbanas, se fue afianzando una sensación de injusticia. Los populistas explotaron esos reclamos y enfrentaron a los ciudadanos con los migrantes, los refugiados, los medios, el “establishment” y los expertos de todo tipo.

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