VARSOVIA/ODESA – Los líderes occidentales son muy conscientes de los peligros que implicaría una victoria rusa en Ucrania. «Cuando permitimos que los dictadores y autócratas se lleven a todos por delante en Europa», observó recientemente el presidente estadounidense Joe Biden, «aumenta el riesgo de que Estados Unidos termine involucrado de manera directa» y las «consecuencias reverberen en todo el mundo». Específicamente, señaló que si el presidente ruso Vladímir Putin ataca a un aliado de la OTAN, «tendremos algo que hoy no sucede, y que no buscamos: combates entre tropas estadounidenses y rusas». De manera similar, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió recientemente que «si Putin gana en Ucrania, hay un riesgo real de que no se detenga allí con sus agresiones».
Hagamos de Casandra: EE. UU. no entregó los USD 60 000 millones para asistencia que había prometido a Ucrania, y la Unión Europea tampoco fue capaz de cumplir con el envío de los EUR 50 000 millones (USD 54 800 millones) prometidos. Esos fracasos se debieron solo a cuestiones de política interna, por lo que no importa cuán carismático y persuasivo sea el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, ni el valor y la perseverancia que demuestren los soldados a las órdenes del general Valery Zaluzhny, la situación no cambiará demasiado.
Supongamos que la ayuda nunca se materialice. Sin armas y municiones suficientes, los militares ucranianos tendrán finalmente que rendirse ante Rusia. Como señaló recientemente el comentarista Simon Kuper, Rusia llevó a cabo «ejecuciones masivas, castraciones, violaciones, torturas, y secuestros de niños» en Ucrania, y hay motivos para creer que tal rendición no pondría fin a la violencia allí. Es muy posible que las fuerzas de Putin —compuestas en gran medida por expresidiarios y soldados sin entrenamiento— inflijan una terrible «justicia de los vencedores» cuando ocupen todo el territorio ucraniano.
VARSOVIA/ODESA – Los líderes occidentales son muy conscientes de los peligros que implicaría una victoria rusa en Ucrania. «Cuando permitimos que los dictadores y autócratas se lleven a todos por delante en Europa», observó recientemente el presidente estadounidense Joe Biden, «aumenta el riesgo de que Estados Unidos termine involucrado de manera directa» y las «consecuencias reverberen en todo el mundo». Específicamente, señaló que si el presidente ruso Vladímir Putin ataca a un aliado de la OTAN, «tendremos algo que hoy no sucede, y que no buscamos: combates entre tropas estadounidenses y rusas». De manera similar, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió recientemente que «si Putin gana en Ucrania, hay un riesgo real de que no se detenga allí con sus agresiones».
Hagamos de Casandra: EE. UU. no entregó los USD 60 000 millones para asistencia que había prometido a Ucrania, y la Unión Europea tampoco fue capaz de cumplir con el envío de los EUR 50 000 millones (USD 54 800 millones) prometidos. Esos fracasos se debieron solo a cuestiones de política interna, por lo que no importa cuán carismático y persuasivo sea el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, ni el valor y la perseverancia que demuestren los soldados a las órdenes del general Valery Zaluzhny, la situación no cambiará demasiado.
Supongamos que la ayuda nunca se materialice. Sin armas y municiones suficientes, los militares ucranianos tendrán finalmente que rendirse ante Rusia. Como señaló recientemente el comentarista Simon Kuper, Rusia llevó a cabo «ejecuciones masivas, castraciones, violaciones, torturas, y secuestros de niños» en Ucrania, y hay motivos para creer que tal rendición no pondría fin a la violencia allí. Es muy posible que las fuerzas de Putin —compuestas en gran medida por expresidiarios y soldados sin entrenamiento— inflijan una terrible «justicia de los vencedores» cuando ocupen todo el territorio ucraniano.