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Esta guerra fría es diferente

BERLÍN – Hace poco el presidente estadounidense Joe Biden llevó a los líderes de sus aliados, Japón y Corea del Sur, a Camp David para conversar sobre la manera de contener a China y limitar la influencia rusa (por ejemplo, en la región africana del Sahel, que recientemente experimentó una seguidilla de golpes de Estado). Mientras tanto, los líderes de los países del grupo BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— se reunieron en Johannesburgo para criticar el dominio occidental de las instituciones internacionales establecidas después de la Segunda Guerra Mundial. Fue suficiente para que los historiadores de la Guerra Fría experimentaran un déjà-vu.

Hoy el principal adversario de Occidente es China, no la Unión Soviética, y el BRICS no es el Pacto de Varsovia, pero ahora que el mundo está entrando en un período de incertidumbre después de la caída del orden posterior a la Guerra Fría, hay suficientes paralelismos como para convencer a muchos de regresar a modelos conceptuales previos a 1989 para prever qué ocurrirá (entre ellos, EE. UU. y China, aunque apuestan a modelos diferentes).

Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída del muro de Berlín las dos fuerzas principales que definieron el orden internacional fueron el conflicto ideológico, que dividió al mundo en dos bandos, y la búsqueda de independencia, que llevó a la proliferación de estados: de 50 en 1945 a más de 150 entre 1989 y 1991. Aunque ambas fuerzas interactuaron, primó el conflicto ideológico: las luchas por la independencia a menudo se convirtieron en guerras subsidiarias y los países se vieron obligados a unirse a uno de los bloques o a definir su situación como «no alineados».

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