Robert Skidelsky, a member of the British House of Lords and Professor Emeritus of Political Economy at Warwick University, was a non-executive director of the private Russian oil company PJSC Russneft from 2016 to 2021. The author of a three-volume biography of John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour party, became the Conservative Party’s spokesman for Treasury affairs in the House of Lords, and was eventually forced out of the Conservative Party for his opposition to NATO’s intervention in Kosovo in 1999.
LONDRES – ¿La economía mundial se está globalizando o desglobalizando? La respuesta habría parecido obvia en 1990. El comunismo acababa de colapsar en Europa central y del este. En China, Deng Xiaoping impulsaba la empresa capitalista. Y el politólogo Francis Fukuyama proclamaba el “fin de la historia”, con lo cual se refería al triunfo de la democracia liberal y del libre mercado.
Años antes, el economista británico Lionel Robbins, un firme partidario del libre mercado, advirtió que los cimientos políticos tambaleantes del orden internacional de posguerra no podían sustentar una economía globalizada. Pero, en medio de la euforia y del triunfalismo de comienzos de los años 1990, esas advertencias caían en oídos sordos. Después de todo, era un “momento unipolar” y la hegemonía norteamericana era lo más cercano a un gobierno mundial. Se pensaba que, una vez derrotada la Unión Soviética, se había eliminado la última barrera política para la integración económica internacional.
Deslumbrados por las abstracciones, los economistas y los politólogos deberían haber prestado más atención a la historia. Se habrían dado cuenta de que la globalización tiende a llegar en olas, que luego retroceden. La primera ola de globalización, que tuvo lugar entre 1880 y 1914, se produjo como resultado de una enorme reducción de los costos del transporte y de las comunicaciones. En 1913, los mercados de materias primas estaban más integrados que nunca, el patrón oro mantenía los tipos de cambio fijos y el capital -protegido por los imperios- fluía libremente y con poco riesgo.
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