buruma211_VANO SHLAMOVAFP via Getty Image_navalny Vano Shlamov/AFP via Getty Images

Alexéi Navalni no murió en vano

NUEVA YORK – El 17 de enero de 2021, cuando el líder de la oposición rusa Alexéi Navalni abordó un avión hacia Moscú desde Berlín —donde lo habían atendido después de que fuera envenenado en Rusia con el agente nervioso novichock—, afirmó estar contento por volver a casa; pero conocía los riesgos que ello implicaba: una larga sentencia en prisión, la tortura... e incluso la muerte.

Navalni, que murió el 16 de febrero en una colonia penal en el Ártico, enfrentaba el dilema con que deben lidiar todos los disidentes políticos: vivir en el exilio hasta desvanecerse en la oscuridad, o enfrentar a un régimen opresivo y arriesgarse a convertirse en mártires. En ambos casos, la probabilidad de derrocar a los gobiernos a los que se oponen es prácticamente nula.

Incluso quienes no desafían de manera activa a regímenes opresivos —y especialmente quienes cuentan con los medios para huir— enfrentan un dilema similar: reconstruir sus vidas en el extranjero, donde tal vez no sean bien acogidos, o quedarse en sus países y vivir bajo la influencia corruptora de una dictadura. A menudo los regímenes que recompensan magnánimamente a quienes se amoldan y aplastan a los pocos que se niegan a ajustarse hacen que la corrupción resulte más atractiva.

https://prosyn.org/ewSK6y3es