Milagros e irrelevancia: el futuro del G8

Dos semanas después del encuentro de líderes del G8 en Alemania, queda la impresión de que lograron un milagro político en Heiligendamm. Supuestamente la cumbre del G8 logró salvar tres cosas: el clima mundial, África, y las relaciones entre Estados Unidos y Rusia.

Parecía que en las orillas del Mar Báltico se había reunido un gobierno mundial. De cara a la unidad de Europa, George W. Bush se transformó de un evidente villano del clima mundial a un protector recién convertido a la nueva fe ambiental. De hecho, algunos observadores envalentonados vieron este cambio de mirada de Bush como una clara señal de que Europa había asumido un nuevo papel en la política mundial. Pero no ocurrieron milagros de verdad; en lugar de ello, el G8 necesitará el milagro de no caer en la irrelevancia.

Sin embargo, en los lejanos Estados Unidos, donde la gente es por lo general más religiosa que en la vieja Europa, la creencia en el milagro de Heiligendamm está menos extendida. De hecho, los estadounidenses fueron más bien indiferentes a la cumbre. La razón no fue sólo el arresto público de la actual favorita de la prensa amarilla, Paris Hilton, sino también el hecho de que las únicas expectativas que hoy tienen los estadounidenses del Presidente Bush es que termine su mandato. Debido a la percepción que se tiene de su actual impotencia, creían que en esta cumbre no era posible llegar a decisiones reales.

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