CIUDAD DE MÉXICO – El mes pasado, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump forzó a México a acordar “medidas sin precedentes” para frenar la migración irregular y el tráfico de personas a través de sus fronteras. El acuerdo (cuya implementación se evaluará este mes) es una vergüenza para México y Estados Unidos por igual.
Las desavenencias por el tema migratorio no comenzaron con Trump. En 2014, en respuesta a un súbito aumento de la llegada de menores no acompañados a la frontera de los Estados Unidos, el entonces presidente de los Estados Unidos Barack Obama pidió al entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto el envío de fuerzas a la frontera entre México y Guatemala para detener el flujo. Peña cumplió, aunque México nunca recibió nada a cambio, y la llegada de migrantes a la frontera disminuyó.
Pero las tensiones escalaron considerablemente bajo la administración Trump, sobre todo porque a fines de 2017, la llegada de migrantes a la frontera de Estados Unidos volvió a dispararse. El gobierno estadounidense informó que a principios de 2018, se llegó a capturar a 50 000 migrantes por mes (especialmente venidos de Centroamérica, pero también de Cuba y África) contra unos 20 000 por mes en 2015‑2016.
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Rather than seeing themselves as the arbiters of divine precepts, Supreme Court justices after World War II generally understood that constitutional jurisprudence must respond to the realities of the day. Yet today's conservatives have seized on the legacy of one of the few justices who did not.
considers the complicated legacy of a progressive jurist whom conservatives now champion.
In October 2022, Chileans elected a far-left constitutional convention which produced a text so bizarrely radical that nearly two-thirds of voters rejected it. Now Chileans have elected a new Constitutional Council and put a far-right party in the driver’s seat.
blames Chilean President Gabriel Boric's coalition for the rapid rise of far right populist José Antonio Kast.
CIUDAD DE MÉXICO – El mes pasado, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump forzó a México a acordar “medidas sin precedentes” para frenar la migración irregular y el tráfico de personas a través de sus fronteras. El acuerdo (cuya implementación se evaluará este mes) es una vergüenza para México y Estados Unidos por igual.
Las desavenencias por el tema migratorio no comenzaron con Trump. En 2014, en respuesta a un súbito aumento de la llegada de menores no acompañados a la frontera de los Estados Unidos, el entonces presidente de los Estados Unidos Barack Obama pidió al entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto el envío de fuerzas a la frontera entre México y Guatemala para detener el flujo. Peña cumplió, aunque México nunca recibió nada a cambio, y la llegada de migrantes a la frontera disminuyó.
Pero las tensiones escalaron considerablemente bajo la administración Trump, sobre todo porque a fines de 2017, la llegada de migrantes a la frontera de Estados Unidos volvió a dispararse. El gobierno estadounidense informó que a principios de 2018, se llegó a capturar a 50 000 migrantes por mes (especialmente venidos de Centroamérica, pero también de Cuba y África) contra unos 20 000 por mes en 2015‑2016.
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