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Cómo actuar con Teherán

NUEVA YORK – Durante los últimos dos años y medio, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump eligió a Irán como blanco de su presión sostenida (por encima de Rusia, China o Corea del Norte). Se retiró del acuerdo nuclear de 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto, o PAIC), designó a un brazo del ejército iraní (la Guardia Revolucionaria Islámica) como organización terrorista extranjera, impuso sanciones económicas a casi mil personas y entidades, y tomó medidas para que a Irán le resulte extremadamente difícil vender petróleo.

La política estadounidense está funcionando, en el sentido de que la mayoría de los países (incluidos aquellos que no están de acuerdo con las políticas de Trump) decidieron que es mejor mantener lazos comerciales y de inversión con Estados Unidos que con Irán. Las exportaciones petroleras de Irán se redujeron marcadamente, y su aislamiento económico es real y creciente. La economía se contrajo un 4% en 2018, y se prevé que este año se reduzca otro 6%. El valor de la moneda iraní cae en picado. Se informan grandes subas de precios, escasez de alimentos y medicinas, y disminución de las transferencias financieras a Hezbollah y diversas milicias que son centrales para los intentos de Irán de ejercer influencia en toda la región.

Pero aunque la presión es clara, su propósito no lo es. Muchos en el gobierno de Trump parecen partidarios de un cambio de régimen. Pero es improbable que eso suceda. Cuarenta años después de la revolución que derrocó al sha, el exclusivo sistema político‑religioso de Irán y su gobierno parecen suficientemente fuertes para soportar la presión estadounidense y superar las dificultades económicas.

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