Brahma Chellaney, Professor of Strategic Studies at the New Delhi-based Center for Policy Research and Fellow at the Robert Bosch Academy in Berlin, is the author of nine books, including Water: Asia’s New Battleground
(Georgetown University Press, 2011), for which he won the 2012 Asia Society Bernard Schwartz Book Award.
NUEVA DELHI – Durante años China ha procurado rodear al sur asiático con un «collar de perlas»: una red de puertos que conecte su costa este con Oriente Medio para aumentar su influencia estratégica y acceso marítimo. No sorprende que la India y otros países se hayan preocupado mucho por este proceso.
Ahora, sin embargo, China busca disfrazar su estrategia y afirma que desea crear la Ruta de la Seda marítima del siglo XXI para mejorar el comercio y el intercambio cultural. Pero la retórica amistosa difícilmente pueda evitar que Asia y otros sitios se preocupen porque el objetivo estratégico chino sea dominar la región.
Esa preocupación está bien fundada. En términos simples, la iniciativa de la Ruta de la Seda está diseñada para que China sea el nodo de un nuevo orden en Asia y la región del Océano Índico. De hecho, con acciones para establecer su dominio en las principales arterias comerciales mientras instiga disputas territoriales y marítimas con diversos vecinos, China intenta redibujar el mapa geopolítico de Asia.
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