A menudo recibo invitaciones de autoridades religiosas de los países del Golfo y de Arabia Saudita para asistir a reuniones realizadas para urgir a la gente a seguir la fe y la ley islámicas, al tiempo que evitan cualquier debate relacionado con política o los derechos humanos. Mis anfitriones insisten en que los derechos políticos son responsabilidad de los regímenes gobernantes y que éstos obedecen las enseñanzas del Corán.
Sin embargo, hace poco me llegó una invitación del Centro Faisal de Investigación y Estudios Islámicos, en que me pedía que hablara sobre democracia, o "buen gobierno", como la llaman los participantes. Hasta no hace mucho este tema era tabú en Arabia Saudita, donde el régimen no permite margen alguno de debate político y ordena a su pueblo que escuche, obedezca y deje los asuntos del gobierno en manos de sus gobernantes.
Era obvio que el objetivo de los organizadores de la conferencia era revivir el discurso religioso y político con el fin de encontrar un terreno medio entre la fe islámica y la democracia. Yo argumenté que, como muchos académicos islámicos han reconocido, la jurisprudencia islámica es compatible con los valores democráticos. Todos los países que han escogido la democracia se han acercado más al logro de los ideales de igualdad y justicia social del Islam.
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Since the 1990s, Western companies have invested a fortune in the Chinese economy, and tens of thousands of Chinese students have studied in US and European universities or worked in Western companies. None of this made China more democratic, and now it is heading toward an economic showdown with the US.
argue that the strategy of economic engagement has failed to mitigate the Chinese regime’s behavior.
While Chicago School orthodoxy says that humans can’t beat markets, behavioral economists insist that it’s humans who make markets, which means that humans can strive to improve their functioning. Which claim you believe has important implications for both economic theory and financial regulation.
uses Nobel laureate Robert J. Shiller’s work to buttress the case for a behavioral approach to economics.
A menudo recibo invitaciones de autoridades religiosas de los países del Golfo y de Arabia Saudita para asistir a reuniones realizadas para urgir a la gente a seguir la fe y la ley islámicas, al tiempo que evitan cualquier debate relacionado con política o los derechos humanos. Mis anfitriones insisten en que los derechos políticos son responsabilidad de los regímenes gobernantes y que éstos obedecen las enseñanzas del Corán.
Sin embargo, hace poco me llegó una invitación del Centro Faisal de Investigación y Estudios Islámicos, en que me pedía que hablara sobre democracia, o "buen gobierno", como la llaman los participantes. Hasta no hace mucho este tema era tabú en Arabia Saudita, donde el régimen no permite margen alguno de debate político y ordena a su pueblo que escuche, obedezca y deje los asuntos del gobierno en manos de sus gobernantes.
Era obvio que el objetivo de los organizadores de la conferencia era revivir el discurso religioso y político con el fin de encontrar un terreno medio entre la fe islámica y la democracia. Yo argumenté que, como muchos académicos islámicos han reconocido, la jurisprudencia islámica es compatible con los valores democráticos. Todos los países que han escogido la democracia se han acercado más al logro de los ideales de igualdad y justicia social del Islam.
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