De los cohetes a los arados

Moscú: La primera ley de la investigación científica (que cuesta muchísimo dinero) es tan inmutable como las leyes de la gravedad. Por ello, no es de sorprender que la ciencia en Rusia se haya hundido en un agujero negro debido a los desórdenes económicos de la década que siguió a la caída del comunismo. La libertad económica que transformó a Rusia, para bien y para mal, fue desastrosa para los laboratorios e institutos de investigación, cuyos presupuestos desaparecieron, al tiempo que los talentos jóvenes salieron o se dedicaron a la banca o a otros negocios (resalta el caso de Boris Berezovsky, que de matemático pasó a oligarca).

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