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NUEVA YORK – Durante 200 años, ha habido dos escuelas de pensamiento sobre qué es lo que determina la distribución de los ingresos – y sobre cómo funciona la economía. Una, que surge de los pensamientos de Adam Smith y los economistas liberales del siglo XIX, se centra en los mercados competitivos. La otra, consciente de la forma cómo el tipo de liberalismo de Smith conduce a una rápida concentración de la riqueza y el ingreso, toma como punto de partida la tendencia sin restricciones que tienen los mercados para dirigirse hacia el monopolio. Es importante entender ambas escuelas debido a que nuestros puntos de vista sobre las políticas gubernamentales y las desigualdades existentes se moldean según cuál de las dos escuelas de pensamiento cada uno de nosotros cree que es la que proporciona una mejor descripción de la realidad.
Para los liberales del siglo XIX, y para sus acólitos de estos últimos días, debido a que los mercados son competitivos, los rendimientos que reciben las personas individuales se relacionan con sus contribuciones sociales – con su “producto marginal”, en el lenguaje de los economistas. Los capitalistas son recompensados por ahorrar en lugar de consumir – por su abstinencia, en palabras de Nassau Senior, uno de mis predecesores en la Cátedra Drummond de Economía Política en la Universidad de Oxford. Las diferencias en los ingresos en aquel entonces se relacionaban con la propiedad de los “activos” – capital humano y financiero. Los académicos que estudiaban la desigualdad, por lo tanto, se centraron en los factores determinantes de la distribución de los activos, incluyendo en la forma cómo los activos se transmitían de generación en generación.
La segunda escuela de pensamiento toma como punto de partida “el poder”, incluyendo la capacidad para ejercer control monopólico o, en el caso de los mercados de trabajo, para hacer valer la autoridad sobre los trabajadores. Los académicos en esta área se han centrado en lo que da lugar al poder, cómo se lo mantiene y cómo se lo fortalece, y otras características que pudiesen impedir que los mercados sean competitivos. El trabajo sobre la explotación que emerge de las asimetrías de información es un ejemplo importante.
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