La Pesadilla Chechena

Una vez más, la guerra rusa en Chechenia (que retumba, estruendosa ydespiadada, desde hace una década) encontró su explosivo camino hasta las calles de Moscú. La cantidad de vidas que se ha cobrado de entre el inocente público que se encontraba en un teatro de Moscú ratifica a la lucha de Rusia contra los rebeldes chechenos como un sangriento y bien diferenciado frente de la guerra contra el terrorismo. Esa guerra debe ser ganada. Pero también ha llegado el momento de que Rusia cambie su política. Chechenia debe seguir siendo parte de la Federación Rusa, pero está claro que no se puede alcanzar tal meta estratégica utilizando sólo los medios militares.

Las fuerzas federales rusas le han dado devastadores golpes a los insurgentes chechenos una y otra vez, pero la resistencia chechena nunca es destruída, como lo prueba no sólo el secuestro de más de 800 moscovitas llevado a cabo la semana pasada, sino también los numerosos ataques que los chechenos han realizado con éxito, en Chechenia y sus alrededores, contra las tropas rusas. Aunque podrían planear mejor las cosas, no se puede culpar únicamente a nuestros comandantes militares de la incapacidad de Rusia para acabar con la rebelión. ¿Por qué no? Porque la rebelión chechena empezó en el ámbito político y puede sólo terminar con un acuerdo político.

¿Qué debería hacerse? El primer paso debe ser distinguir a los chechenos pacíficos de los rebeldes. Por desgracia, Rusia no hizo esto al inicio de la insurrección, sobre todo porque los bandidos residían en pueblos y aldeas, lo que resultó en muchas muertes civiles cuando las fuerzas rusas atacaron directamente a los rebeldes.

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