J. Bradford DeLong, Professor of Economics at the University of California, Berkeley, is a research associate at the National Bureau of Economic Research and the author of Slouching Towards Utopia: An Economic History of the Twentieth Century (Basic Books, 2022). He was Deputy Assistant US Treasury Secretary during the Clinton Administration, where he was heavily involved in budget and trade negotiations. His role in designing the bailout of Mexico during the 1994 peso crisis placed him at the forefront of Latin America’s transformation into a region of open economies, and cemented his stature as a leading voice in economic-policy debates.
BERKELEY – Desde el día posterior al colapso de Lehman Brothers el año pasado, las políticas seguidas por el Tesoro de los Estados Unidos, la Reserva Federal de Estados Unidos y las administraciones de los Presidentes George W. Bush y Barack Obama han sido sólidas y útiles. La alternativa -hacerse a un lado y dejar que los mercados se ocuparan de todo- habría causado en Estados Unidos y el resto del mundo un desempleo más alto que el que ya existe. La facilitación del crédito y el apoyo al sistema bancario ayudaron de manera importante a que las cosas no empeoraran.
El hecho de que los bancos de inversiones no fueran a la quiebra el diciembre pasado y de que este año estén cosechando enormes utilidades es un tema secundario. Cada punto porcentual de desempleo adicional que dura dos años cuesta 400 mil millones de dólares. Una recesión el doble de profunda que la que tuvimos le habría costado cerca de 2 billones de dólares a Estados Unidos, y cuatro veces esa suma al mundo como un todo.
En comparación, los bonos en Goldman Sachs son un error de redondeo. Y cualquier intento de penalizar más a los banqueros de inversión en el otoño e invierno últimos habría puesto en peligro toda la operación de recuperación. Como dijera el Vicepresidente de la Fed, Don Kohn, asegurar que unos pocos miles de banqueros de inversión reciban un justo castigo financiero no es un buen comienzo si eso pone en riesgo los empleos de millones de estadounidenses, y decenas de millones fuera de los Estados Unidos.
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