BOSTON – Estos últimos meses, la Reserva Federal de los Estados Unidos hizo una serie de anuncios relacionados con el clima: en diciembre se unió a la NGFS («Red de Bancos Centrales y Supervisores para Enverdecer el Sistema Financiero») y en febrero de este año estableció un nuevo comité climático de supervisión. Son primeros pasos importantes, pero la Fed puede hacer más en respuesta al cambio climático (y al mismo tiempo, estaría ayudándose a cumplir su mandato).
El presidente Joe Biden aseguró que la cuestión climática influirá en todas las decisiones de política fiscal de su gobierno, pero eso no exime de responsabilidades a la Fed. Sin embargo, la preocupación por la independencia lleva a que la Fed dude de emplear las herramientas no convencionales necesarias para que la política monetaria acompañe a la fiscal.
Hace mucho que la Fed superó la etapa de limitarse a manejar la tasa interbancaria (el tipo de interés de referencia general para deudores y ahorristas) y se adentró en el terreno de las políticas no convencionales; por ejemplo, cuando empezó a comprar activos en respuesta a la pandemia de COVID‑19. Aunque rechaza erigirse en árbitro de ganadores y perdedores, ya lo está haciendo: quienquiera que posea activos incluidos en sus programas de compra termina ganando.
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Calls at this year’s Shangri-La Dialogue in Singapore to improve military-to-military communication between the US and China, especially in light of increasingly aggressive encounters at sea and in the air, fell on deaf ears. Despite the best efforts of the US and its allies, China is in no hurry to re-engage.
considers the implications of the complete collapse of defense diplomacy between the US and China.
To think that technology will save us from climate change is to invite riskier behavior, or moral hazard. Whether a climate solution creates new problems has little to do with the solution, and everything to do with us.
offers lessons for navigating a field that is fraught with hype, unintended consequences, and other pitfalls.
BOSTON – Estos últimos meses, la Reserva Federal de los Estados Unidos hizo una serie de anuncios relacionados con el clima: en diciembre se unió a la NGFS («Red de Bancos Centrales y Supervisores para Enverdecer el Sistema Financiero») y en febrero de este año estableció un nuevo comité climático de supervisión. Son primeros pasos importantes, pero la Fed puede hacer más en respuesta al cambio climático (y al mismo tiempo, estaría ayudándose a cumplir su mandato).
El presidente Joe Biden aseguró que la cuestión climática influirá en todas las decisiones de política fiscal de su gobierno, pero eso no exime de responsabilidades a la Fed. Sin embargo, la preocupación por la independencia lleva a que la Fed dude de emplear las herramientas no convencionales necesarias para que la política monetaria acompañe a la fiscal.
Hace mucho que la Fed superó la etapa de limitarse a manejar la tasa interbancaria (el tipo de interés de referencia general para deudores y ahorristas) y se adentró en el terreno de las políticas no convencionales; por ejemplo, cuando empezó a comprar activos en respuesta a la pandemia de COVID‑19. Aunque rechaza erigirse en árbitro de ganadores y perdedores, ya lo está haciendo: quienquiera que posea activos incluidos en sus programas de compra termina ganando.
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