Con el proverbial beneficio (¡y vergüenza!) de la percepción tardía, es claro que los patrones de crecimiento que se dieron durante el último medio siglo no fueron bien entendidos y rara vez (si acaso) fueron pronosticados por los economistas. En la década de 1960, en el preciso momento en el que los tigres económicos asiáticos empezaban a despegar, por ejemplo, el ganador del Premio Nobel, Gunnar Myrdal, escribió su The Asian Drama para diagnosticar las causas de la pobreza asiática y para explicar por qué su pobreza parecía ser inextirpable.
De forma simultánea, se desarrolló un fuerte consenso entre los economistas y los encargados del diseño de las políticas que favorecía las políticas de sustitución de importaciones que entonces perseguían diversos países, incluyendo India, Argentina, Brasil, Egipto y Turquía. Después de arruinar a sus adherentes, esas políticas están ahora completamente desacreditadas.
El punto clave en esto es que no sólo los economistas se equivocaron tanto, sino que casi nadie logró hacer bien las cosas. Consideremos el fenomenal crecimiento de Taiwán. Nadie lo predijo. En efecto, el "milagro" económico japonés pasó desapercivido para la profesión económica hasta que Norman Macrae de The Economist publicó su seminal artículo "Consider Japan" en 1962.
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Rather than reducing concentrated market power through “disruption” or “creative destruction,” technological innovation historically has only added to the problem, by awarding monopolies to just one or a few dominant firms. And market forces offer no remedy to the problem; only public policy can provide that.
shows that technological change leads not to disruption, but to deeper, more enduring forms of market power.
The passing of America’s preeminent foreign-policy thinker and practitioner marks the end of an era. Throughout his long and extraordinarily influential career, Henry Kissinger built a legacy that Americans would be wise to heed in this new era of great-power politics and global disarray.
reviews the life and career of America’s preeminent foreign-policy scholar-practitioner.
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Con el proverbial beneficio (¡y vergüenza!) de la percepción tardía, es claro que los patrones de crecimiento que se dieron durante el último medio siglo no fueron bien entendidos y rara vez (si acaso) fueron pronosticados por los economistas. En la década de 1960, en el preciso momento en el que los tigres económicos asiáticos empezaban a despegar, por ejemplo, el ganador del Premio Nobel, Gunnar Myrdal, escribió su The Asian Drama para diagnosticar las causas de la pobreza asiática y para explicar por qué su pobreza parecía ser inextirpable.
De forma simultánea, se desarrolló un fuerte consenso entre los economistas y los encargados del diseño de las políticas que favorecía las políticas de sustitución de importaciones que entonces perseguían diversos países, incluyendo India, Argentina, Brasil, Egipto y Turquía. Después de arruinar a sus adherentes, esas políticas están ahora completamente desacreditadas.
El punto clave en esto es que no sólo los economistas se equivocaron tanto, sino que casi nadie logró hacer bien las cosas. Consideremos el fenomenal crecimiento de Taiwán. Nadie lo predijo. En efecto, el "milagro" económico japonés pasó desapercivido para la profesión económica hasta que Norman Macrae de The Economist publicó su seminal artículo "Consider Japan" en 1962.
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