Richard Haass, President Emeritus of the Council on Foreign Relations and a senior counselor at Centerview Partners, previously served as Director of Policy Planning for the US State Department (2001-03), and was President George W. Bush's special envoy to Northern Ireland and Coordinator for the Future of Afghanistan. He is the author of The Bill of Obligations: The Ten Habits of Good Citizens (Penguin Press, 2023) and the weekly Substack newsletter Home & Away.
NUEVA YORK – Los ataques perpetrados en París por personas relacionadas con el Estado Islámico, inmediatamente posteriores a los atentados con bombas habidos en Beirut y al derribo de un avión de pasajeros sobre la península del Sinaí, refuerzan la realidad de que la amenaza terrorista ha entrado en una nueva fase más peligrosa. La razón exacta por la que el Estado Islámico decidió organizar esos ataques ahora es objeto de conjetura; puede muy bien ser que haya pasado a actuar a escala mundial para compensar su reciente pérdida de territorio en el Iraq, pero, sea cual fuere la razón, lo que es seguro es que está justificada una reacción clara.
En realidad, el desafío planteado por el Estado Islámico requiere varias reacciones, pues no hay una única política que vaya a ser suficiente. Se necesitan medidas múltiples en múltiples ámbitos.
Uno es el militar. Ataques más intensos desde el aire contra los activos militares del Estado Islámico y las instalaciones de extracción de petróleo y de gas revisten importancia decisiva, pero, por grande que sea la potencia aérea, por sí sola nunca logrará la misión cumplida. Para hacerse con territorio y mantenerse en él, es necesaria una importante intervención en el terreno.
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