e246660446f86f380eeda228_ms7629.jpg Margaret Scott

La cumbre de la inefectividad de Europa

LONDRES – A la Unión Europea le gustan las cumbres. Basta con ver la manera en que reacciona cuando la otra parte decide no presentarse (por ejemplo, su respuesta a la decisión del presidente Barack Obama de no asistir a la cumbre de la UE y Estados Unidos en mayo en Madrid). Si la UE quiere que la tomen en serio y aspira a tener un impacto tangible, necesita aprender que hablar de las cosas correctas no es lo mismo que tomar el curso de acción correcto.

Ningún área de interés político ilustra mejor que Pakistán esta preferencia de la UE por hablar, más que por actuar. La cumbre entre Pakistán y la UE se llevará a cabo el 10 de abril y será una continuación de la primera reunión que se realizó en el otoño (boreal) pasado. Pero resulta muy difícil enterarse de algo sobre el evento, ya que nadie se hace cargo del mismo: ni Herman Van Rompuy, el nuevo presidente permanente del Consejo Europeo; ni Catherine Ashton, la nueva jefa de política exterior de la UE; ni siquiera el primer ministro español, José Luis Zapatero, que puso a España en el candelero en muchas otras áreas.

La razón es simple: la UE no tiene nada nuevo para decir u ofrecer. Pakistán necesita desesperadamente la experiencia de la que tanto hace alarde la EU en materia de entrenamiento policial. Pero todo despliegue de entrenadores es considerado como demasiado peligroso, costoso y probablemente factible de fracasar. De hecho, los estados miembro individuales están actuando por cuenta propia, con sus propios proyectos escuetos de asistencia.

Es igualmente improbable que la UE cambie radicalmente sus políticas de ayuda para el desarrollo en el caso de Pakistán. Todavía existen cuestiones relacionadas con la capacidad, la corrupción y el control de calidad que no encuentran respuesta. Por otra parte, Estados Unidos otorgará 1.500 millones de dólares al año durante cinco años, por lo que cualquier cambio en la postura de la UE sería relativamente insignificante.

También está el tema del gobierno del presidente Asif Zardari. Desde que comenzó su mandato de cinco años en septiembre de 2008, a Zardari le ha resultado difícil afirmar su autoridad. Al igual que su antecesor, el general Pervez Musharraf, corre peligro de ser víctima de una ola de antinorteamericanismo, alimentado por el malestar que generan las políticas estadounidenses en Pakistán, como el uso de aviones militares teledirigidos y operaciones encubiertas.


A diferencia de Musharraf, Zardari no puede contar con el apoyo del ejército, que sigue siendo la institución estatal más poderosa de Pakistán, y que ya ha reaccionado con furia ante los intentos por recortar sus poderes y limitar las actividades de su aparato de inteligencia. Al percibir la debilidad de Zardari, se dice que su principal rival, Nawaz Sharif, está tramando un regreso político.

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Frente a este contexto, la cumbre entre Pakistán y la UE llegará y pasará, y los encargados del servicio de comida prácticamente ni se habrán dado cuenta. La UE seguirá siendo un actor menor en Pakistán. ¿Acaso importa? Incluso a Estados Unidos, un país comprometido, le resulta difícil alcanzar sus objetivos: vale la pena observar la interpretación pakistaní del paquete de ayuda de 7.500 millones de dólares de Estados Unidos como una interferencia y no como un acto de buena voluntad. ¿Por qué debería preocuparse la UE?

Quizás existan tres razones. Primero, la UE necesita concentrarse en Pakistán porque los terroristas de Pakistán se concentran en la UE. En su evaluación de inteligencia de 2009 (el Informe de Situación y Tendencia del Terrorismo TE-SAT), Europol concluyó que "Pakistán ha sustituido a Irak como el destino preferido de los voluntarios que quieren involucrarse en un conflicto armado". Un alto funcionario de la UE explicó lo que esto significa: ha habido "muchos casos en el pasado reciente donde pakistaníes llegaban a Europa o ciudadanos jóvenes de la UE iban a Pakistán en busca de entrenamiento y de un lavado de cerebro".

Una política efectiva para Pakistán dependería, en parte, de un cambio de la política estadounidense. Pero, para que Estados Unidos la tome en serio, la UE necesita llevar a la mesa políticas bien desarrolladas y dotadas de buenos recursos, en lugar de 27 ideas a medio cocinar. De manera que una segunda razón para reformular la política de la UE hacia Pakistán es poder ayudar a forjar la política estadounidense en lugar de ser un observador pasivo.

La tercera razón es que, a pesar de su ayuda y su esfuerzo, Estados Unidos muy probablemente no pueda cumplir con sus objetivos solo. Estados Unidos hizo de Pakistán un aliado de alta prioridad en la Guerra Fría. En consecuencia, muchos aspectos ofensivos de la conducta de Pakistán no fueron cuestionados por Estados Unidos, mientras que su ejército y sus servicios de inteligencia recibieron recursos generosos.

Esto alimentó dos tipos de sentimiento antiestadounidense. Los paquistaníes del montón odian a Estados Unidos porque creen que respaldó años de opresión y régimen militar, mientras que las elites paquistaníes muestran recelo ante cualquier cosa que pueda minar la posición de la que gozan hoy en día. Estados Unidos, por ende, nunca será visto como un socio constructivo en el desarrollo de Pakistán. Esto le deja la puerta abierta a la UE, que es reconocida como una defensora consistente de la democracia.

Existen muchas razones para desconfiar de un mayor compromiso de la UE en Pakistán, pero la política exterior no tiene que ver con problemas fáciles; tiene que ver con abordar las cuestiones difíciles que afectan la vida de la gente. Pakistán es importante para Europa, y Europa podría significar mucho más para Pakistán. Si la UE quiere ser un actor global serio a quien Estados Unidos pueda recurrir como un socio creíble (que, por empezar, se presente en sus cumbres), la cumbre Pakistán-Unión Europea es una buena oportunidad para empezar a reemplazar las palabras por hechos.

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