Los rojos y los azules

El cambio de Condoleezza Rice por Colin Powell en la Secretaría de Estado de Estado de los EU demuestra que la reciente elección presidencial de ese país sigue teniendo fuertes repercusiones. Pero entender qué es lo que nos dice la elección sobre Estados Unidos es importante no sólo para los estadounidenses sino para el mundo.

La votación presidencial de este año es prueba de que la democracia estadounidense goza de buena salud, pero que algunas cosas podrían mejorar. Al contrario de lo que sucedió en las elecciones de 2000, cuando el Presidente Bush perdió la votación popular y apenas ganó la votación en el Colegio Electoral, esta vez triunfó por 3.5 millones de votos. Aunque algunos demócratas siguen resentidos, no se puede cuestionar seriamente la legitimidad de la victoria de Bush.

Los Estados Unidos siguen muy divididos en estados rojos (republicanos) y estados azules (demócratas). Si 100,000 votos hubieran sido distintos en el estado rojo de Ohio, John Kerry sería el presidente (aunque con votación popular minoritaria).

El Colegio Electoral se incluyó en la constitución de Estados Unidos para proteger a los estados pequeños en un sistema federal, pero ahora significa que las campañas políticas se centran principalmente en una docena de estados donde la opinión pública está muy dividida. A un nivel más fundamental, elegir presidentes sin una mayoría popular tiene algo de indecoroso. Por ello, es tiempo de celebrar un debate serio para enmendar la constitución a fin de abolir el Colegio Electoral.

Algunos observadores también se quejan de la retórica y la propaganda divisiva que caracterizó a la campaña. Pero eso debe verse desde una perspectiva histórica.

En la época de los Padres Fundadores, los periódicos eran extremadamente parciales y a George Washington le consternaba la dureza del lenguaje político. Durante gran parte de sus primeros años --para no hablar de la Guerra Civil y la Reconstrucción—el país estuvo tan dividido como ahora y lo enconado de la retórica de campaña reflejaba lo cerrado de la competencia.

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Al mismo tiempo, a pesar de la propaganda negativa en ambos bandos, los tres debates televisados a nivel nacional plantearon temas importantes en un formato serio y tuvieron una gran audiencia. En general, es probable que un presidente con una economía creciente resulte reelecto. En ese sentido, lo sorprendente en el caso de Bush fue lo escasa que fue su mayoría.

En gran parte eso se debió a la impopularidad de la guerra de Iraq. Kerry trató de hacer de la guerra, del bajo ritmo de creación de empleos, de la inadecuada atención a la salud y de la reducción de impuestos de Bush a los grupos de ingresos altos los temas centrales de su campaña, pero algunos observadores sintieron que eso nunca constituyó un mensaje claro.

Bush replicó con preocupaciones sobre la seguridad en contra del terrorismo y el populismo cultural en temas como el matrimonio entre homosexuales y el derecho al aborto. Al final, la seguridad y el populismo cultural vencieron al populismo económico.

La interpretación de la elección ha estado influenciada por las encuestas de salida en las que se les preguntó a los electores (después de haber votado) qué temas les importaban más. La mayoría (22%) respondió que los "valores morales", en comparación con el 20% que se refirió a la economía y el 19% que mencionó el terrorismo.

Los conservadores sociales interpretan esto como que fueron ellos quienes ganaron la elección para Bush y que su agenda debe predominar en el próximo periodo del Presidente. Pero una encuesta de Pew levantada una semana después de la elección indicó que la categoría "valores morales" abarcaba una amplia gama de temas además del derecho al aborto y el matrimonio entre homosexuales. De hecho, las encuestas muestran que el 25% de la población apoya el matrimonio entre homosexuales y el 35% está a favor de uniones civiles legales para parejas de homosexuales (la posición que defendía Kerry). No obstante, para el 37% que se opone a esos matrimonios, sobre todo en el centro rojo del país, el tema ayudó a movilizar a los partidarios de Bush para ir a votar.

Una cuestión más importante es si los EU están divididos irremediablemente. El mapa electoral de rojos y azules ha dado lugar a chistes y caricaturas en Internet sobre la secesión de las dos costas azules del centro rojo del país. Algunos le llaman "Costopía".

Pero la división no es tan clara. Muchos estados en ambos bandos se ganaron por márgenes escasos, y si se colorea el mapa a nivel de condados y no de estados, gran parte del país se ve bastante morado. Ciudades frente a suburbios y zonas rurales es una mejor descripción que costas frente a centro.

En efecto, las encuestas de opinión señalan que la mayoría de los estadounidenses se concentran en el centro moderado del espectro político y no en los dos extremos. Pero las élites políticas, como los militantes de partidos y los miembros del Congreso, suelen ser más extremistas que el público.

Al principio eso parece desconcertante, porque deberían tener incentivos para desplazarse al centro rico en votos. Pero muchos miembros del Congreso representan distritos que son seguros para sus partidos y la amenaza a su reelección está en las primarias, dominadas por las alas más activistas y extremistas de los partidos.

Esta tendencia se ve reforzada por el crecimiento de la televisión por cable, que atrae a los telespectadores mediante programas controversiales de "infotenimiento" y bloggers de Internet que entablan polémicas feroces sin ningún filtro editorial. Una reforma para cambiar las fronteras de los distritos electorales a fin de hacerlos más competitivos ayudaría a aliviar el problema, pero pocos de los congresistas en funciones votarían para hacer modificaciones que podrían aumentar su riesgo de derrota.

Lo cerrado del resultado indica que Bush ganó un mandato para el cambio menor de lo que él parece creer. Ante los difíciles problemas de política exterior, fiscal y social a que se enfrenta, haría bien en voltear hacia el centro en lugar de conciliar a su base conservadora, pero todavía no resulta claro si habrá de imperar la política de las convicciones o la del pragmatismo.

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