China ahorrativa y los Estados Unidos despilfarradores

La tasa de ahorro en China es la más alta de todos los países grandes. La tasa de ahorro bruto (el porcentaje del PIB no consumido inmediatamente), que comprende el ahorro tanto público como privado, de China asciende al 50 por ciento, aproximadamente. En cambio, la tasa de ahorro en los Estados Unidos es el más bajo de todos los países grandes: el 10 por ciento del PIB, aproximadamente. Casi todos los demás países se sitúan entre esos dos extremos.

Las diferencias entre las tasas de ahorro tienen mucha importancia y han de ser una razón poderosa por la que la tasa de crecimiento anual de China es ahora seis puntos porcentuales mayor que la de los EE.UU. Si las personas están ahorrando la mitad de sus ingresos, existen muchas posibilidades de que sus inversiones en capital impulsen la economía a un ritmo rápido. El ahorro en China es en parte un círculo virtuoso: el crecimiento económico rápido propicia un ahorro elevado, que, a su vez, sostiene un crecimiento rápido.

La diferencia entre las tasas de ahorro de China y los EE.UU. ha estado aumentando durante decenios. A comienzos del decenio de 1980, la tasa de ahorro de China era el doble. Ahora es cinco veces mayor. ¿Por qué son tan diferentes esas trayectorias?

Lamentablemente, la de explicar las tasas de ahorro no es una ciencia exacta. Algunas tendencias de los países resultan evidentes. Los países ricos en petróleo suelen ahorrar mucho. Los países con graves crisis o conflictos internos suelen ahorrar poco, pero ninguna de esas tendencias nos dice nada sobre la diferencia entre los EE.UU. y China.

Una parte de las altas tasas de ahorro de China desde comienzos del decenio de 1980 podrían deberse al descenso de la confianza pública sobre la atención de salud, las prestaciones de la jubilación y la educación y una sensación de seguridad en el empleo debilitada. Sin embargo, los mismos factores parecen funcionar también en la misma dirección en el caso del ahorro en los EE.UU.

Los hábitos inculcados probablemente expliquen más sobre la tasa de ahorro de China. Cuando los ingresos aumentan rápidamente, como ocurre en China, resulta fácil ahorrar, porque las personas no están acostumbradas aún a un nivel de vida mayor y no les importa mucho mantener uno menor por algún tiempo más. También toleran políticas empresariales o gubernamentales que fomentan el ahorro elevado.

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Por ejemplo, la tendencia al alza del ahorro en China comenzó hacia la misma época en que se aplicó, en 1979, la política de un solo hijo, que impidió una recuperación de la tasa de natalidad después de la Revolución Cultural del período 1966-76. El difunto economista galardonado con el premio Nobel, Franco Modigliani, en su última publicación importante en 2004 (en colaboración con Shi Larry Cao) sostuvo que ese cambio demográfico explica gran parte del aumento de la tasa de ahorro, pues los chinos substituyeron la inversión en hijos por la inversión en capital.

Pero el aumento del crecimiento y la demografía no lo explican todo. Al fin y al cabo, el círculo virtuoso de ahorros elevados y crecimiento rápido funciona más intensamente en China que en otros países en desarrollo en los que los ingresos están aumentando y las tasas de natalidad reduciéndose.

Eso indica que hay otros factores más profundos que subyacen a las diferencias en las tasas de ahorro de China y de los EE.UU.... factores que reflejan experiencias vitales diferentes y la forma de filtrarse dichas experiencias por las culturas de esos dos países.

Para empezar, aunque los chinos no eligen a sus dirigentes, confían más en su gobierno. Según recientes encuestas mundiales sobre valores, el 96,7 por ciento de los chinos expresaron confianza en su gobierno, frente al 37,3 por ciento de los americanos. Asimismo, el 83,5 por ciento de los chinos pensaban que en su país se gobierna para toda la población y no para unos pocos grandes grupos empresariales, mientras que sólo el 36,7 por ciento de los americanos pensaba lo mismo de su país. Con esa confianza relativamente mayor, el gobierno y las empresas de China están en mejores condiciones para promulgar y aplicar políticas estrictas que fomenten el ahorro y el crecimiento.

Además, mientras que la desigualdad económica va en aumento en los dos países, los chinos y los americanos la entienden de forma muy diferente. En los EE.UU., generalmente llamados "la tierra de la oportunidad", la vergüenza de ser pobre es insoportable y no hay recursos culturales para que esas personas conserven el amor propio, en particular cuando el país obtiene tantos éxitos en conjunto. Cuando la desigualdad se intensifica, muchos que se quedan rezagados luchan por salvar la cara consumiendo para mantener la apariencia de éxito. Al mismo tiempo, los que se elevan a partir de una situación económica inferior se deleitan con su nueva riqueza lanzándose a un despliegue espectacular de gastos personales.

En cambio, la mayoría de los pobres de China consideran transitoria su situación personal. La población recuerda aún la Revolución Cultural y se consideran supervivientes de una experiencia traumática compartida, lo que contribuye a un compromiso con el sacrificio colectivo para reconstruir el país. En China no se siente vergüenza de ser pobre, porque se piensa que los hijos o los nietos serán ricos y tendrán éxito. Al contrario, como en la Alemania de la posguerra, constituye un motivo de orgullo trabajar denodadamente para superar una situación difícil que más adelante se recordará como una transición histórica.

En los EE.UU., los ingresos personales son un absoluto secreto que puede no revelarse ni siquiera al cónyuge. En China, la gente se cuenta con relativa facilidad cuánto gana. Sobre todo en los pueblos chinos, la gente sabe cómo les va económicamente a sus vecinos. El consumo llamativo pasa a ser menos importante, cuando la gente conoce los ingresos de cada cual.

Naturalmente, los chinos cada vez consumen más coches nuevos y de lujo y ropa de marca, pero en una época en la que la historia nacional imperante es la de un triunfo sobre la adversidad se siente relativamente menos placer con las exhibiciones de consumo. Más vívidas están en la imaginación de la población las historias que un día contarán a sus nietos sobre sus penalidades y su heroísmo económico.

Lo más probable es que en los próximos años China ahorrará más que los EE.UU., pero, cuando la próxima generación pase a imperar en China, habrá un cambio al respecto.

Los niños actuales no verán sus historias vitales desde la perspectiva de las dificultades que China ha experimentado. A medida que se vaya produciendo ese cambio, el enorme deseo de ahorrar y de tolerar políticas gubernamentales de fomento de un ahorro elevado irá desapareciendo.

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