El otro oro negro de África

LAGOS – Pocos servicios de infraestructura en el mundo desarrollado se dan tanto por hecho como la electricidad. Para los consumidores de los países industrializados, el suministro ininterrumpido de electricidad es un hecho. No sucede así en África, que experimenta los mayores déficit de energía del mundo y donde sólo dos de cada diez personas tienen acceso a la electricidad.

Según el más reciente informe sobre las “Perspectivas económicas regionales del África Subsahariana”, del FMI, tan sólo en 2007, casi dos terceras partes de los países de la región atravesaron crisis severas de energía marcadas por apagones prolongados y frecuentes.

En África no faltan plantas hidroeléctricas para generar energía. Sin embargo, muchas de ellas no pueden responder al rápido crecimiento de la población y los aumentos resultantes en la demanda. Además, debido a las sequías constantes, su producción se reduce significativamente y muchas quedan reducidas a simples adornos del paisaje. El crecimiento de la población en países como Nigeria y Ghana supone una mayor extracción de recursos hídricos para generar energía. La rápida expansión de las actividades agrícolas exige cada vez más agua en todo el continente.

También se dispone de otros recursos de generación de energía como el gasóleo, el diesel, el crudo liviano, la energía solar y el gas, pero sus costos son prohibitivos.

Estos son factores de peso para que se prefiera el carbón como fuente alternativa asequible de energía en África. Históricamente, el carbón ha tenido un papel fundamental como fuente de energía mundial y tiene muchas ventajas importantes frente a otros combustibles fósiles. Primero, su relativa abundancia. El nivel actual de las reservas mundiales probadas es de aproximadamente 850 mil millones de toneladas. África tiene más o menos 50 mil millones de toneladas. También, en términos geográficos, el carbón está distribuido mucho más extensamente que cualquier otro combustible fósil.

Desde 1980 la demanda mundial de energía ha aumentado en más de un 50% y se espera que de ahora al 2030 crezca anualmente un 1.6%. Más del 70% de esta nueva demanda vendrá de los países en desarrollo, donde se proyecta que los combustibles fósiles representarán alrededor del 80% de la demanda total de energía al final de ese periodo. El carbón es el combustible fósil de más rápido crecimiento en el mundo, con una producción anual que aumenta en un 6.4% desde 2004. En algunas naciones con un consumo importante de energía ya es la fuente dominante de generación de electricidad.

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La mayor parte del aumento de la generación de energía con carbón provendrá de países en desarrollo estratégicamente importantes como China y la India. Tan sólo en 2006, China añadió aproximadamente 93,000 megawatts de capacidad de generación de electricidad con carbón, y se prevé que esta tendencia continúe a medida que el país intenta satisfacer sus enormes necesidades de energía.

Incluso en muchos países desarrollados el carbón aún representa una proporción importante de la generación de energía. Las plantas de carbón generan actualmente más de la mitad del suministro de electricidad de los Estados Unidos. Dinamarca, donde se encuentran algunas de las plantas de energía con carbón más eficientes del mundo, también recurre a esta fuente para producir la mitad de su electricidad. Lo mismo sucede en Alemania, donde existen algunas de las unidades de combustión de carbón pulverizado más eficientes de Europa. Polonia utiliza carbón para el 98% de su producción de electricidad y Sudáfrica genera alrededor del 50% de la suya con este recurso.

Con estos antecedentes, es difícil no esperar que los países en desarrollo exploten sus abundantes recursos de carbón para generar energía, sobre todo tomando en cuenta que la tecnología moderna permite producir carbón de manera limpia.

Hay quienes sostienen que el gas podría ser una mejor alternativa a las plantas hidroeléctricas o de carbón, pero para los países que deben importar gran parte de su gas, los beneficios de una fuente estable y confiable de combustible barato como el carbón son un argumento muy sólido en contra de los costos de capital de una planta de gas. A diferencia de los precios del carbón que es abundante y está disperso geográficamente, los precios del gas están sujetos a una volatilidad significativa, y las tendencias a largo plazo ante el agotamiento de los combustibles fósiles son inciertas. En contraste, los precios del carbón son más estables y es posible que se mantengan así por largo tiempo.

Además de la generación de energía, el carbón también tiene muchas aplicaciones en numerosas industrias. Es central en la producción de acero y cemento. Además, el uso de la madera por la población creciente de África está causando una rápida deforestación en muchos países. Hay una significativa demanda potencial de briquetas de carbón como sustitutos de la madera para cocinar y para la calefacción doméstica e industrial Así pues, las perspectivas de la demanda son favorables para la industria del carbón, lo que crea oportunidades significativas de inversión.

Evidentemente el uso del carbón como recurso energético conlleva desventajas ambientales, y esas preocupaciones son demasiado importantes para ignorarlas. A pasar de las gigantescas reservas, el carbón sigue siendo un recurso finito. Se debe extraer con mayor eficiencia y con miras a mitigar el impacto ambiental.

Afortunadamente, en la actualidad se presta mucha mayor atención a la seguridad de las minas y la administración de los productos secundarios de la utilización del carbón. La lluvia ácida y otras amenazas a la salud pública están vinculadas con la combustión del carbono, pero están surgiendo más tecnologías para reducir las emisiones de las plantas generadoras. Gracias a la investigación, en años recientes se han desarrollado plantas generadoras más eficientes en términos de energía y se han retirado las tecnologías obsoletas, especialmente en el mundo desarrollado. Los países en desarrollo llevan un retraso en este proceso, pero, ante la amenaza común del calentamiento global, están aumentando las presiones para que se adopten políticas de conservación.

Los países ricos en minerales de África deben explotar sus abundantes recursos naturales. Deben utilizar el carbón para su desarrollo económico. No hacerlo sería desperdiciar una oportunidad en un momento en que los países africanos deben utilizar todos los recursos a su alcance para reducir la pobreza.

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