Cada aniversario del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki me recuerda que la memoria no es moralmente neutra. Se inclina hacia el bien o el mal, y cuatro perspectivas principales dan forma a todo recuento histórico: el benefactor o su beneficiario, y el malhechor o su víctima.
Ser el beneficiario de una acción es menos glorioso que ser el benefactor, debido a que es un signo de falta de poder y de dependencia. Pero ser la víctima de un crimen es, obviamente, más respetable que ser un criminal. Y si bien nadie desea ser una víctima, muchos en la actualidad desean haber sido una: aspiran al estatus de víctima.
El ser víctima confiere un derecho a quejarse, protestar y exigir. Es más conveniente conservar el papel de víctima que recibir reparaciones. En lugar de una satisfacción que ocurre una sola vez, se conserva un privilegio permanente.
Cada aniversario del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki me recuerda que la memoria no es moralmente neutra. Se inclina hacia el bien o el mal, y cuatro perspectivas principales dan forma a todo recuento histórico: el benefactor o su beneficiario, y el malhechor o su víctima.
Ser el beneficiario de una acción es menos glorioso que ser el benefactor, debido a que es un signo de falta de poder y de dependencia. Pero ser la víctima de un crimen es, obviamente, más respetable que ser un criminal. Y si bien nadie desea ser una víctima, muchos en la actualidad desean haber sido una: aspiran al estatus de víctima.
El ser víctima confiere un derecho a quejarse, protestar y exigir. Es más conveniente conservar el papel de víctima que recibir reparaciones. En lugar de una satisfacción que ocurre una sola vez, se conserva un privilegio permanente.