Drácula y la lucha de clases

Hace poco, los primos del ex rey Miguel de Rumania solicitaron que se les devolviera el Castillo Bran. Ese castillo perteneció a la princesa Ileana, tía del rey Miguel. En el siglo XV, su propietario fue Vlad el Empalador, mejor conocido como Drácula. Sin embargo, los herederos de este conde vampiro no son los únicos que están reclamando propiedades confiscadas por los comunistas hace medio siglo, aunque con estas reclamaciones, la vieja lucha de clases también parece estarse levantando de entre los muertos.

En todo Rumania, las oficinas municipales están asediadas por personas que presentan reclamaciones similares (incluyendo las del propio ex rey Miguel). Los herederos de los más importantes industriales de la preguerra también quieren que se les regresen sus propiedades. En todas las ciudades hay reclamaciones sobre edificios que ahora se utilizan como hospitales, escuelas, cines, cuarteles de policía, tribunales, embajadas e incluso ministerios.

En la mayoría de los países poscomunistas, las reparaciones o restituciones de bienes nacionalizados por los comunistas se resolvieron durante los primeros años de los gobiernos democráticos. No obstante, Rumania desperdició la década desde la caida del comunismo y apenas ahora está encarando el asunto. Ese retraso ha hecho que el tema provoque más divisiones debido a que el ciudadano común sostiene que, dado que nadie le está ofreciendo compensación por sus pérdidas bajo el comunismo o por lo duro de su vida actual, ¿por qué sólo se trata con generosidad y se les devuelven sus propiedades a los exilados ricos?

Irónicamente, la ley que provocó estas reclamaciones fue aprobada por el Partido Socialdemócrata (SDP), que se opuso a las devoluciones mientras gobernó Rumania de 1989 a 1996. En 1995 aprobó una ley muy limitada para devolver los derechos de posesión a quienes vivían como inquilinos en las que habían sido sus propiedades. Desde entonces, poco se hizo para beneficiar a los expropietarios.

Poco después de que el presidente Ion Iliescu y sus colegas del SDP regresaran al poder este año, se aprobó una amplia ley de devoluciones. Por supuesto, el viejo desagrado de los socialistas hacia la propiedad privada sigue vigente, pero el gobierno sabía que a menos de que se atendieran las reclamaciones sobre propiedades, las negociaciones sobre la membresía en la UE no avanzarían. Así, triunfó el pragmatismo, no la ideología.

Aun así, el tema no generó demasiada presión pública hasta que el ex rey Miguel, a quien los comunistas destronaron cuando era un hombre joven, presentó su reclamación sobre el castillo Peles, un hermoso palacio en las montañas que su ancestro, el rey Carlos I, construyó a fines del siglo XIX como residencia de verano. Esa maniobra por parte de la realeza dejó pasmado al gobierno, ya que una semana antes el ex rey y el presidente Iliescu habían aparecido juntos hablando sobre ”reconciliación nacional”.

A pesar de ser un viejo enemigo de la realeza, el presidente Iliescu (tomando nota de la popularidad del ex rey Simeón de Bulgaria, quien recientemente fue electo Primer Ministro) otorgó al rey Miguel una villa protocolaria para su uso y estaba intentando persuadir al ahora anciano ex rey para que viera con buenos ojos a su gobierno. Cuando la familia real pidió la devolución del castillo Peles, esa buena voluntad se evaporó con rapidez.

El Primer Ministro Adrian Nastase dice ahora que el Estado no cuenta con recursos para transferir la propiedad de bienes nacionalizados y reubicar servicios públicos importantes como escuelas y orfanatorios. Sin embargo, el no cumplir con su propia ley dañaría la reputación del gobierno en el país y ante la UE. Más aún, si el rey Miguel o cualquier otro solicitante piensa que se le está tratando injustamente en materia de devoluciones, podría llevar su reclamación ante la Corte Europea de Justicia, donde una decisión en contra del gobierno representaría un golpe devastador para la ya maltrecha imagen del país.

Por supuesto, los políticos de oposición están tratando de capitalizar las inquietudes del gobierno. El Partido de la Gran Rumania, nacionalista extremo, pidió que la ley se rescindiera. Por el contrario, Traian Basescu, alcalde de Bucarest y líder de los demócratas de centro-izquierda, comenzó a devolver propiedades en disputa, a fin de avergonzar al gobierno. Un hotel grande de Bucarest fue devuelto en el papel a su dueño de antes de la guerra, aunque el Estado lo había vendido con anterioridad a uno de sus secuaces políticos. Es de esperar que los dueños actuales y los antiguos lleven el pleito a las cortes.

Sin saber qué hacer, el gobierno quiere comprar tiempo. Parece tener la esperanza de que haya reclamaciones opuestas por las mismas propiedades que paralicen el asunto de las devoluciones en los tribunales durante años. Las encuestas de opinión reflejan que la mayoría de los rumanos se oponen a la devolución de grandes propiedades a los herederos de los dueños originales. Ya sean pequeños propietarios en el campo o en las ciudades, casi todos los rumanos parecen hacer una distinción entre las propiedades privadas pequeñas y ”legítimas” y las grandes propiedades que intrínsecamente se ven sospechosas. En esto, la vieja ”lucha de clases” sigue viva.

Hasta ahora, el gobierno de Rumania no ha querido regresar a sus raíces comunistas y encender de nuevo esa lucha. No obstante, si viene un invierno duro y la economía se tambalea seriamente, podría alegrarse de tener esa ”lucha de clases” a la mano, aunque es probable que conjurar ese fantasma genere inestabilidad y acabe con las esperanzas de ingresar a la UE. Es posible que los muertos en vida no existan como vampiros, pero parece que sí existen en forma de odios no enterrados.
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