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Devolverle dinamismo al desarrollo

LONDRES – Ahora que el 2021 está llegando a su fin, la economía global se ve obligada a adaptarse a condiciones significativamente diferentes. No será un proceso rápido o indoloro. El mundo está enfrentando trastornos importantes causados por vínculos comerciales alterados, precios de la energía en alza y desajustes del mercado laboral. Si bien muchos comerciantes minoristas han cerrado sus tiendas físicas, lo que hizo subir el desempleo, ha habido una escasez importante de ingenieros de tecnología de la información y de conductores de camiones.

Muchos de estos cambios han sido causados –o acelerados- por la crisis del COVID-19. Pero a no equivocarse: no hay vuelta atrás a la normalidad pre-pandemia. La crisis provocará un cambio profundo y duradero. Mientras analizamos el año por delante, debemos prepararnos para lidiar con tres desafíos importantes.

Riesgos macroeconómicos en alza

Uno de los mayores interrogantes para los meses por delante es si ingresaremos o no en una nueva era de inflación, y cómo manejaremos los niveles altos de deuda pública y privada. En el transcurso de 2020, en muchas economías donde opera el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), la deuda pública alcanzó niveles que se habían visto por última vez a comienzos de los años 1990. En algunos países, alcanzó picos históricos. Una falta de espacio fiscal y monetario –junto con barreras para el acceso a las vacunas y efectos negativos generados por las economías avanzadas- podría aumentar la divergencia entre países emergentes y en desarrollo.

La acción de los gobiernos nacionales –desde movilizar finanzas para paquetes de ayuda económica hasta organizar campañas de vacunación masiva- ha sido indispensable para la respuesta a la pandemia. Y, para poner fin a la crisis, la confianza en los programas de salud pública, y en la seguridad y efectividad de las vacunas contra el COVID-19, será tan importante como las propias vacunas.

Sin embargo, para regresar a un crecimiento sostenible y a una sustentabilidad fiscal de largo plazo, tendremos que impulsar el poder productivo de la iniciativa empresarial. Aquí, el sector privado tendrá que desempeñar un papel crucial.

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El desafío climático

La pandemia resaltó la vulnerabilidad –aunque también la resiliencia- de nuestro orden económico global. Se la puede ver como un crudo recordatorio de los crecientes peligros de los factores no económicos causados o exacerbados por el cambio climático. Según el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el calentamiento global va a alcanzar o superar 1,5° Celsius, en relación a los niveles preindustriales, en los próximos 20 años. Esto tendrá una cantidad de consecuencias, incluido un clima extremo más frecuente e intenso –olas de calor, tormentas, sequías y otros eventos destructivos- y temporadas calurosas más prolongadas.

La transición a cero emisiones netas no es simplemente un objetivo ideal; es una necesidad. Cuanto más rápido los países gestionen esta transición, más competitivos se mantendrán y menos alteraciones sociales y económicas experimentarán.

Con este objetivo, será esencial movilizar las finanzas privadas. Según nuestra nueva estrategia, el BERD está trabajando para duplicar nuestros recursos de finanzas climáticas para 2025; esperamos que los recursos privados también se dupliquen. Asimismo, el financiamiento verde representará más del 50% de nuestro volumen de negocios anual para 2025. Y, a partir de 2023, todas nuestras operaciones estarán alineadas con los objetivos fijados en el acuerdo climático de París.

En la lucha contra el cambio climático, debemos depender de mecanismos de mercado probados, como el precio del carbono. Los mercados deben estar bien regulados, pero los reguladores no deben sofocar la capacidad de innovación o el apetito por el riesgo del sector privado. De la misma manera, no deben impedir el uso eficiente de los recursos –que beneficia tanto al medio ambiente como al crecimiento económico-. Es el sector privado el que sabe cómo generar las ganancias de productividad necesarias.

Los avances tecnológicos ofrecen esperanza de un progreso real a la hora de cumplir con los objetivos del acuerdo de París. Pero ese progreso tendrá un costo. La transición verde no debe repetir los errores de las décadas recientes, cuando el comercio y la globalización financiera dejaron a muchas personas atrás.

Las respuestas efectivas a los desafíos de toda la sociedad exigirán un compromiso de toda la sociedad. Cuanto más fracturados y polarizados estemos, más difícil será diseñar e implementar soluciones. En los últimos años, hemos visto las consecuencias políticas de una creciente desigualdad y polarización. Los votantes que no pueden ganarse la vida y mantener a sus familias votan como si no tuvieran nada que perder.

La transición verde puede ser exitosa sólo si es una transición justa. Las provisiones para respaldar a aquellas personas cuya supervivencia resultó más afectada durante la transformación son, por ende, esenciales. En el corto plazo, el apoyo financiero directo debe ser parte de la ecuación. En el mediano y largo plazo, provisión de calidad, educación continua y oportunidades laborales deseables, más allá del contexto o el género, deben ser las principales prioridades.

La alteración digital

La rápida digitalización de la economía exige una estrategia similar. Los confinamientos pandémicos han acelerado tendencias irreversibles en el lugar de trabajo y la economía en general, como la amplia aceptación de acuerdos para trabajar de manera remota, la adopción de inteligencia artificial en una escala claramente en aumento y la adopción generalizada de la banca electrónica. Un promedio del 96% de los consumidores de las economías avanzadas ahora utilizan métodos de pago digitales.

Y la transformación de la banca, del comercio minorista y de muchos otros sectores acaba de comenzar. Redes inteligentes y medidores inteligentes, por ejemplo, harán un aporte gigantesco para mejorar el uso de los recursos escasos. Apuntalarán a las ciudades inteligentes del futuro.

Garantizar que las innovaciones tecnológicas prometedoras se desarrollen e implementen de manera responsable exige un marco regulatorio sólido, competitivo y transparente. Y requiere un amplio acceso a los servicios tecnológicos. La evidencia reunida por economistas del BERD demuestra que la crisis del COVID-19 ha ampliado la división digital. Ésta es un área en la que un inversor como el BERD puede intervenir. Y eso es exactamente lo que pretendemos hacer.

Dinamismo político y el papel del multilateralismo

Las crecientes tensiones geopolíticas y la propagación del populismo plantean un serio desafío para los modelos económicos y los valores centrales de las democracias occidentales, y para el multilateralismo. En este contexto, las instituciones multilaterales deben –y pueden- desempeñar un papel moderador.

Las dificultades graves y persistentes que han enfrentado los países de bajos ingresos para obtener vacunas contra el COVID-19 demuestran lo difícil que es garantizar la igualdad y la justicia a nivel global. Pero el acuerdo este año sobre una tasa de impuesto corporativo mínima a nivel global es prueba de que el multilateralismo da resultados. La rápida provisión de liquidez a los países con dificultades durante la pandemia resalta aún más el poder del multilateralismo. Con una inversión récord de 11.000 millones de euros (12.700 millones de dólares) en 2020, el BERD pudo hacer un aporte importante en este sentido.

La pandemia también ha demostrado que las instituciones multilaterales de desarrollo con una capacidad para impulsar una reforma política, como el BERD, pueden ayudar a crear las condiciones para la inversión del sector privado. Esto será vital para devolverle dinamismo al desarrollo después del COVID-19.

Un crecimiento robusto, sustentable e inclusivo es el objetivo que todas las instituciones multilaterales hoy comparten. Junto con nuestros socios, en el BERD estamos asegurando el cauce económico. Pero es el mercado el que dará forma a la corriente que impulse la recuperación y el desarrollo. 

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