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Las democracias pueden ganar la carrera tecnológica

ARLINGTON/BERLÍN – El mundo está al borde de una guerra fría tecnológica: los regímenes autoritarios están desarrollando nuevas herramientas digitales que ponen en peligro a las sociedades abiertas y amenazan los valores democráticos, por lo que Occidente debe decidir si competirá contra ellos o se dará por vencido. Hoy día el combate por la libertad tiene lugar en Ucrania, pero la línea de batalla podría desplazarse en algún momento a Taiwán, nodo tecnológico mundial —donde se producen los chips más avanzados del mundo— y próspera democracia a menos de 150 kilómetros de la costa de China (que parece empecinada en anexar a esa isla).

Para ganar la carrera de las tecnologías del futuro hay que crear una alianza; así como Occidente se unió para disuadir a los soviéticos del expansionismo y poner freno a la difusión del comunismo en el período de posguerra, Estados Unidos y la Unión Europea deben revitalizar la alianza transatlántica para ganar la competencia por el liderazgo tecnológico mundial. Eso implica desarrollar una nueva estrategia conjunta, combinar recursos y capacidades, optimizar la normativa y aprovechar sus fortalezas —como las herramientas avanzadas para semiconductores y láseres, inteligencia artificial, computación cuántica y genómica en Europa, y la energía de fusión, operaciones espaciales comerciales y biología sintética en EE. UU.—.

También tendrán que crear cadenas de aprovisionamiento resilientes. China domina la oferta de los metales y tierras raras necesarios para producir baterías, semiconductores y otras tecnologías, por lo que EE. UU. y la UE caminan, sonámbulos, hacia una crisis de minerales críticos. Por ejemplo, la participación china en el mercado de imanes permanentes de alta potencia para turbinas eólicas es de casi el 90 %.

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