El gaseoducto ruso hacia el imperio

Gerhard Schroeder, quien hasta hace menos de un mes era Canciller de Alemania, aceptó ser presidente de la empresa que está construyendo un gaseoducto desde Rusia, a través del Mar Báltico hasta Alemania, y desde ahí a Europa Occidental. En muchos países, a Schroeder se le acusaría ahora del delito de conflicto de intereses. Su aparente falta de ética crece por el hecho de que en este preciso momento Rusia está amenazando con interrumpir el abastecimiento de gas a Ucrania si ese país no cede a las demandas de precios del gigante del gas propiedad del Kremlin, Gazprom.

El cometido estratégico de Rusia es obvio: interrumpir el abastecimiento de gas a Ucrania significa también interrumpir gran parte del gas a Europa, porque algunos de sus gaseoductos más grandes pasan por Ucrania. Al evitar Ucrania, Polonia, y por supuesto, los países bálticos, el nuevo gaseoducto promete dar mayor influencia al Kremlin en su afán de reposicionarse regionalmente. El presidente Vladimir Putin y su administración de clones de la ex KGB pronto no tendrán que preocuparse por Europa Occidental cuando estén decidiendo qué tan fuerte presionar a los vecinos postcomunistas de Rusia.

¿ Debería Europa realmente otorgar a Putin esta nueva arma imperial? O peor, ¿podría Rusia utilizar esta arma en contra de la Unión Europea adicta a la energía? El hecho de que un ex canciller alemán vaya a dirigir la empresa que puede dar a Rusia los medios para manipular la economía de la Unión Europea es testimonio de la peligrosa complacencia de Europa de cara a las ambiciones neoimperialistas de Putin.

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