La revolución pseudoconservadora de Bush

La administración del presidente George W. Bush ha sido, desde cualquier punto de vista objetivo, un espectáculo amedrentador. Estridentes y ensimismados en un partidismo intolerante, los funcionarios de la administración de hecho han traicionado la causa ideológica conservadora, al desmantelar las bases institucionales añejas de la prosperidad económica de Estados Unidos y de la seguridad global.

Comencemos con la política económica y el desequilibrio deliberado de las finanzas a largo plazo del gobierno de los EU. El objetivo ha sido evidentemente agudizar la crisis financiera del Estado de bienestar y provocar una reducción permanente en la redistribución de la riqueza por parte del gobierno. Pero no siempre se aplica aquéllo de que no hay mal que por bien no venga: los enormes (y todavía crecientes) déficits fiscales de Bush no han estimulado otra cosa que el nerviosismo en cuanto a una desaceleración prolongada en la formación de capital, el consumo doméstico y el crecimiento económico.

La política fiscal es, por supuesto, sólo la punta del iceberg. Los trabajadores siderúrgicos coreanos bien pueden preguntarse qué sucedió con el compromiso histórico del partido republicano con el libre comercio. Los campesinos africanos deberían preguntar cómo es que fue Bush (y no algún demócrata de izquierda) quien echó para atrás el logro más glorioso del archiconservador Newt Gingrich: la reforma parcial de los subsidios agrícolas.

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