La guerra del opio en Afganistán

Cuando los líderes de la OTAN se reúnan en la cumbre de Riga a fines de este mes, habrá un fantasma en el festín: el opio de Afganistán. El país está en peligro de retroceder y caer en manos de terroristas, insurgentes y criminales, y el multimillonario negocio del opio está en el centro mismo de los males del país. De hecho, el general de alto rango de la OTAN James Jones ha llamado a las drogas "el talón de Aquiles" de Afganistán.

La cosecha sin precedentes de este año, 6.100 toneladas de opio, generará más de $3 mil millones de ingresos ilícitos, equivalente a casi la mitad del PGB de Afganistán. Las ganancias de los traficantes que forman parte del resto de la cadena de distribución y consumo serán casi 20 veces esa cifra.

El dinero del opio está corrompiendo a la sociedad afgana de los pies a la cabeza. La complicidad de altos niveles de la administración local permite que miles de toneladas de precursores químicos, necesarios para producir heroína, ingresen al país en camiones, y por su territorio circulan convoyes armados transportando opio en bruto. Algunas veces incluso el ejército y la policía están implicados. A fuerza de armas y cohechos, los transportes pasan sin problemas por los controles de seguridad. Los opiáceos cruzan con total libertad las fronteras hacia Irán, Pakistán y otros países del Asia Central.

Los campos de opio de los ricos terratenientes permanecen intocados, ya que las autoridades locales reciben su parte del negocio. Los traficantes importantes nunca van a juicio, porque los jueces reciben sobornos o intimidaciones. Las altas autoridades de gobierno obtienen parte de los ingresos del opio, o suculentos sobornos, a cambio de su silencio. Lo que es peor, algunos gobernadores de provincia y autoridades de gobierno son ellos mismos actores principales del narcotráfico.

Como resultado, el estado afgano corre el riesgo de ser tomado por una asociación maligna de extremistas, criminales y oportunistas. El opio está asfixiando a la sociedad afgana.

Dentro de Afganistán la adicción a las drogas va en aumento. Los vecinos que antes eran estados de tránsito de las drogas son hoy consumidores importantes, debido al radical aumento de la adicción al opio y la heroína. El uso de drogas intravenosas está propagando el VIH/SIDA en Irán, Asia Central y la ex Unión Soviética. En los mercados tradicionales de Europa Occidental, es necesario que se tomen medidas adecuadas para prevenir el aumento de la cantidad de muertes debido a sobredosis, ya que la generosa cosecha de opio de este año generará dosis de heroína de mayor pureza.

SPRING SALE: Save 40% on all new Digital or Digital Plus subscriptions
PS_Sales_Spring_1333x1000_V1

SPRING SALE: Save 40% on all new Digital or Digital Plus subscriptions

Subscribe now to gain greater access to Project Syndicate – including every commentary and our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – starting at just $49.99.

Subscribe Now

¿Qué se puede hacer? Primero, se debe levantar el velo de la corrupción en Afganistán. Los afganos están hartos de los magnates arrogantes y bien armados que viven en mansiones y conducen limusinas Mercedes de lujo, en un país donde apenas un 13% de la población tiene electricidad y la mayoría debe sobrevivir con menos de 200 dólares al año.

Es hora de que el gobierno afgano señale, exponga públicamente y despida a las autoridades corruptas, arreste a los principales traficantes y terratenientes del opio, y confisque sus bienes. Los donantes han formado policías y fiscales, y construido tribunales y centros de detención. Ahora depende del gobierno usar el sistema judicial para imponer el imperio de la ley. Será difícil, pero no imposible, restablecer la confianza en el gobierno central. Sería un buen comienzo poner a los principales traficantes tras las rejas en la nueva prisión de máxima seguridad de Pul-i-Charki, cerca de Kabul.

Por supuesto, no corresponde que Afganistán deba cargar con toda la responsabilidad de estas tareas. El tráfico de heroína no estaría en auge si los gobiernos occidentales combatieran seriamente su consumo. Es una amarga ironía el que los países cuyos soldados están desplegados en Afganistán sean también los mayores mercados de la heroína afgana. Es más, los vecinos de Afganistán deben hacer más por evitar que los insurgentes, las armas, el dinero y los precursores químicos crucen sus fronteras y se internen en el país.

Las fuerzas de la coalición deben adoptar un enfoque más sólido ante el problema de las drogas. La contrainsurgencia y la lucha contra los narcóticos son dos caras de la misma moneda. La destrucción del comercio del opio debe ser parte de la mejora de la seguridad y el imperio de la ley. Permitirles operar con impunidad da a los traficantes del opio la posibilidad de reunir dinero para pagar las armas y los sueldos de los combatientes que se enfrentan contra el ejército afgano y las fuerzas de la OTAN.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha autorizado a la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad a tomar todas las medidas necesarias para cumplir su misión. Se debe dar luz verde a las tropas de la OTAN para que ayuden al ejército afgano a combatir el opio: destruir los laboratorios de heroína, desbandar los bazares del opio, atacar los convoyes que transportan la droga y llevar a los grandes responsables ante la justicia.

No tiene sentido intentar ganarse las voluntades de los principales traficantes.

Los agricultores son una historia diferente. Con la erradicación forzosa se corre el riesgo de empujarlos a las manos de los extremistas, lo que no producirá una reducción sustentable de los campos de opio. De hecho, como se ha visto en algunos países andinos, puede ser contraproducente. Por ello, la seguridad y el desarrollo deben ir de la mano.

Para lograrlo, Afganistán necesita más ayuda para el desarrollo. Hasta ahora el apoyo internacional ha sido generoso, pero todavía está muy por debajo de los equivalentes per cápita para otras situaciones post-conflicto... y la necesidad es mucho mayor. En el largo plazo, sólo será posible hacer que los agricultores dejen de cultivar opio si se les da la oportunidad de ganarse la vida de manera sostenida. Por el momento, los señores de la droga afganos están prosperando y las comunidades rurales son las que sufren. Hay que revertir la situación. Debemos castigar a los traficantes y recompensar a los agricultores.

No nos podemos permitir fracasar en Afganistán. La historia reciente nos ha dado evidencias más que claras de lo que ocurriría si así lo hacemos. De cualquier modo, toda solución en Afganistán depende de que eliminemos su opio.

https://prosyn.org/EChMedves