rodrik151_anucha sirivisansuwan_boats Anucha Sirivisansuwan/Getty Images

El juego comercial de Trump

CAMBRIDGE – En 2018 la política comercial de “Estados Unidos primero” del presidente Donald Trump se manifestó en su plenitud, y fue una imagen muy desagradable de contemplar. Además de aranceles a las importaciones de acero y aluminio desde Europa y otros países, Trump impuso gravámenes a 250 000 millones de dólares de importaciones desde China. A fines del año había aumentado los aranceles al 12% del total de las importaciones de Estados Unidos, lo que llevó a sus socios comerciales a gravar el 8% del total de las exportaciones estadounidenses en represalia.

El unilateralismo comercial de Trump no tiene precedentes en el período de posguerra, y por eso tomó a muchos por sorpresa. Al menos yo no me esperaba que cumpliera la mayoría de sus amenazas, dada la influencia de los intereses comerciales y financieros sobre la política comercial de Estados Unidos. Pero la situación cambia si el objetivo es China. La implacable estrategia de la administración Trump cuenta con el apoyo de una amplia coalición de grupos estadounidenses con una variedad de motivos de queja, que incluyen no sólo a grupos de presión tradicionalmente proteccionistas, sino también a grandes corporaciones que deploran las políticas industriales de China y a un aparato de seguridad nacional preocupado por la creciente huella geopolítica del país asiático.

El objetivo declarado de Trump es presionar a China para que ponga fin a prácticas comerciales “injustas”, por ejemplo subsidios a nuevas tecnologías y la obligación a las empresas extranjeras que ingresan al mercado chino de transferir tecnologías de su propiedad a empresas chinas. Hasta ahora no ha tenido mucho éxito, y es improbable que eso cambie. Es comprensible que el gobierno chino no se deje disuadir de perseguir sus propios objetivos de modernización industrial y desarrollo tecnológico.

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