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La necesidad de una transformación del comercio global

CAMBRIDGE – La guerra comercial sin tregua del presidente norteamericano, Donald Trump, contra China sumó nubes amenazadoras de incertidumbre a la economía mundial en 2019, planteando la perspectiva de una crisis económica global importante. Su estilo errático y altisonante empeoró una situación de por sí mala, pero la guerra comercial de Estados Unidos y China es un síntoma de un problema mucho más profundo que las políticas comerciales atávicas de Trump.

La encrucijada de hoy entre estos dos gigantes económicos está arraigada en el paradigma imperfecto que yo llamo “híper-globalismo”, según el cual las prioridades de la economía global reciben precedencia sobre las prioridades de la economía nacional. Según este modelo para el sistema internacional, los países deben abrir al máximo sus economías al comercio y la inversión extranjeros, sin importar las consecuencias para sus estrategias de crecimiento o modelos sociales.

Esto exige que los modelos económicos nacionales –las reglas domésticas que gobiernan los mercados- converjan considerablemente. Sin esta convergencia, las regulaciones y normas nacionales parecerán obstaculizar el acceso a los mercados. Se las considera “barreras comerciales no arancelarias” en la jerga de economistas y abogados comerciales. La admisión de China en la Organización Mundial de Comercio se predicó en base a la suposición de que China se convertiría en una economía de mercado similar a los modelos occidentales.

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