op_michnik2_Mark Schiefelbein-PoolGetty Images_putin Mark Schiefelbein/Pool/Getty Images

¿Qué mueve a Putin?

Irena Grudzińska Gross: Fue algo inusual que el presidente de los Estados Unidos Joe Biden diera una conferencia de prensa sobre la operación en la que murió el líder de ISIS, una persona de mucho menos importancia que su predecesor, y menos aún que Osama bin Laden. ¿Fue esto una respuesta implícita a la percepción que tiene el presidente ruso Vladimir Putin de que Estados Unidos, humillado en el extranjero y dividido en casa, es una potencia debilitada?

Adam Michnik: No hay duda de que Putin está convencido de que Occidente hoy está más débil que nunca. Pero su conducta también es resultado de su paranoia antiestadounidense. Putin piensa que todo lo que hacen los estadounidenses va dirigido contra Rusia. Yo no sé si lo que sucede en Siria tiene alguna relación con lo que sucede en Donetsk, pero para la mentalidad de Putin esa relación existe. Es típico de cierta clase de dirigentes políticos. En Polonia tenemos una persona así. Cada vez que Jarosław Kaczyński [líder del gobernante partido Ley y Justicia] no consigue lo que se propone, culpa a una conspiración de fuerzas hostiles. Y fuerzas hostiles son quienquiera que no lo alabe.

Creo que Biden es un político que no se hace ilusiones respecto de la Rusia de Putin. Busca ser realista y evitar una guerra, pero se opone a las políticas de apaciguamiento y retirada. Así entiendo yo las declaraciones de los estadounidenses desde que Rusia comenzó a acumular tropas en la frontera con Ucrania, y son razonables. Por supuesto que esto depende de que en Estados Unidos no prevalezcan las fuerzas internas hostiles a los demócratas y a Biden (y de hecho, a los fundamentos de la democracia estadounidense misma). Si eso ocurriera, la estrategia puede resultar vana.

IGG: ¿Qué opina usted de la postura ucraniana? Hace unos días, oí una conversación con Timothy Snyder, quien criticó al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, pero no la actitud del gobierno ucraniano.

AM: Zelensky llegó a la política desde afuera, con el patrocinio de Ihor Kolomoisky, un oligarca ucraniano que de todos modos hizo un gran aporte a su país durante el primer conflicto con Rusia en 2014. Kolomoisky financió y armó unidades militares de voluntarios que resultaron cruciales para detener la ofensiva de los separatistas de Donbás y de los soldados rusos. No conozco personalmente a Zelensky, y me resulta un enigma. No puedo hacerme una idea de su conducta o formarme una opinión clara sobre su política. Pero frente a una amenaza que requiere una respuesta de unidad, Zelensky suele perseguir los intereses de su entorno político o los suyos propios. Además, declarar que no hay un peligro militar y al mismo tiempo pedir armas a Occidente me parece poco profesional. Es algo que también me resulta difícil de entender.

IGG: ¿No cree usted que está enviando señales de que quiere negociar o está negociando con Rusia?

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AM: Mi hipótesis es que quiere hablar con Putin cara a cara. Pero no perdamos de vista lo principal: el responsable de la situación actual en relación con Ucrania es Putin. Y ninguna crítica a Zelensky puede cambiar el hecho de que Putin es el agresor y Ucrania es el objeto de su agresión. Esto es fundamental, y lo que importa ahora es lo que haga Putin.

IGG: ¿Cuáles son exactamente sus objetivos?

AM: Cuando empezó a acumular tropas buscaba algo, pero encontró algo distinto. Tal vez calculó que Occidente y Biden estaban en problemas y que era el momento de atacar. Que Occidente haya dado una respuesta decidida (o al menos la apariencia de tal respuesta) lo sorprendió. Que crea o no en las sanciones excepcionalmente graves con las que amenazó Occidente si invade Ucrania no importa; lo que importa es que recibió un aviso. Putin no quiere un enfrentamiento militar declarado, pero como nos recuerda gente sensata, y no sólo en Ucrania, nadie quería tampoco la Primera Guerra Mundial.

IGG: ¿Piensa usted que hay un peligro inmediato de que suceda algo así?

AM: No creo que Putin ataque abiertamente. Creo que aplicará tácticas ruso‑soviéticas profundamente arraigadas. Es decir, retroceder mientras la opinión pública en Occidente sigue movilizada y esperar a que todo el mundo se tranquilice pensando que el conflicto se evitó. Es lo que ocurrió en 1968 en Checoslovaquia. La invasión soviética en agosto de ese año tuvo lugar tres semanas después de la reunión de líderes en Čierna nad Tisou, donde [el líder checoslovaco Alexander] Dubček y [el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética Leonid] Brezhnev se fundieron en un abrazo y pareció que la crisis se había evitado.

IGG: La crisis actual hace pensar en un cambio radical en el statu quo geopolítico, sobre todo en Europa. ¿Qué sucedió? ¿Ha cambiado Europa tanto?

AM: Europa no ha cambiado tanto. Putin sacudió su estructura de apoyo, y los daños que le provocó son evidentes. Hay por supuesto una consolidación de las fuerzas antidemocráticas, y la Unión Europea perdió una parte de su atractivo. En Italia, la embestida populista la lideran la Liga de [Matteo] Salvini y Fratelli d’Italia. En España está Vox. Me asombra que mi buen amigo el conocido periodista español Hermann Tertsch se les haya unido.

Y también está [el primer ministro húngaro Viktor] Orbán, un modelo de rol autoritario para Kaczyński. Orbán tiene una idea diferente de Europa, la idea que tiene Marine Le Pen en Francia. Hace poco, tras un encuentro de euroescépticos en España, Orbán voló directo a Moscú para beber champaña con Putin. Esto también es un cambio sorprendente: jamás me hubiera imaginado que el Orbán que conocí hace tres décadas se convertiría en un derechista pro‑Putin. Pero todos sabemos que ha habido traiciones semejantes en la historia europea. Por ejemplo, Jacques Doriot, número dos del Partido Comunista francés, terminó aliándose con Pierre Laval, primer ministro del régimen de Vichy al que ejecutaron por colaborar con los nazis. De modo que en este sentido, Europa no ha cambiado demasiado.

IGG: ¿Qué opina de la estrategia actual de Europa en relación con Rusia?

AM: La actitud de Europa es razonable; tal vez no demasiado heroica, pero la Unión no está compuesta de héroes. Por supuesto, los alemanes son los más cautos, pero hay que entender el porqué de su cautela. Un estado que carga con un peso histórico como el de la era de Hitler tiene que ser cauto. Yo me cuidaría mucho de criticar a Alemania. Recuerdo cierta vez en que conversando sobre Afganistán o Irak con un político alemán, me preguntó: «Adam, dime la verdad. ¿Qué te alarmaría más: una Alemania demasiado pacifista o una Alemania demasiado militarista?». Yo me quedé callado.

IGG: Estados Unidos está enviando 1700 soldados a Polonia. En vista de las tensiones actuales, ¿es eso motivo de alarma para usted?

AM: Cuanto mejor estén las relaciones con Estados Unidos, mejor para Polonia, y eso incluye las relaciones militares. Pero Polonia tiene la desgracia de su gobierno. Aunque parece que este gobierno está al borde del colapso, el electorado es muy susceptible a consignas autoritarias, populistas, antialemanas, xenófobas, antisemitas, nacionalistas y aislacionistas. La presión internacional no va a cambiar la conducta de este gobierno. Es algo que tenemos que resolver los polacos. Occidente ya está haciendo lo posible por ayudar, que es mucho.

IGG: ¿Es este gobierno también antirruso?

AM: Es algo muy interesante. En lo retórico lo es. Pero la propaganda de Ley y Justicia es mayoritariamente contra la UE y contra Alemania. Hay una narrativa de martirio polaco (Katyń, etc.), pero no se traslada a nada concreto. Incluso el hecho de que Kaczyński dé crédito a toda clase de teorías conspirativas sobre el accidente aéreo de 2010 en Smolensk en el que murieron su hermano gemelo (el entonces presidente Lech Kaczyński) y otras 95 personas sólo provocó más confusión.

Hay acusaciones en el sentido de que [el ex primer ministro polaco y expresidente del Consejo Europeo] Donald Tusk no presionó a los rusos para que entregaran los restos del accidente a Polonia. Pero el gobierno actual no consiguió recuperar el avión, después de seis años en el poder, y nadie lo conseguirá si no está dispuesto a declarar que Putin es la persona más honesta del mundo e inocente de cualquier crimen. Muchos en Polonia se preguntan si Kaczyński es consciente de que está llevando al país en dirección a abandonar la UE, el «Polexit», y de que su política es prorrusa. Yo creo que no, pero no estoy seguro de que su entorno no haya sido infiltrado por los servicios secretos rusos. En cualquier caso, voy a repetir lo que ya dije muchas veces. Si yo ahora estuviera en Moscú, y fuera un jefe de la Lubyanka, celebraría todos los días una misa católica por Kaczyński para rezar por que no se pesque un resfrío. Mejor aliado no podrían hallar.

IGG: Y no son sólo Kaczyński y Ley y Justicia. La posición por defecto de la ultraderecha europea parece ser pro‑Putin.

AM: Tal vez sea una alianza ocasional, pero no hay duda de que Vox y la Agrupación Nacional de Le Pen están enredados en ciertas deudas financieras con el Kremlin. Por supuesto que no es determinante, serían antieuropeos incluso sin el dinero ruso. El proyecto europeo, con sus defectos, su corrupción y sus debilidades, es un proyecto liberal, comprometido con la democracia y la libertad individual. No quieren un proyecto así.

A alguna gente en Europa y en Estados Unidos no le gusta la democracia. Basta ver las consignas que acompañaron el ataque de los simpatizantes de Donald Trump al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021. Y desde entonces, las mentiras y falsedades de los republicanos han aumentado el peligro. Una sociedad que ha vivido mucho tiempo bajo un régimen democrático se vuelve susceptible a la fatiga democrática, a creer que la democracia es hedonista, que no expresa valores elevados. Ese sentimiento actúa como el monóxido de carbono, como un gas tóxico. La gente pierde la capacidad de razonar. Algunos se convencen de que el propósito de sus vidas es morir por su patria, por sus creencias, etcétera.

IGG: Quisiera volver a hablar del escenario para los próximos meses. Usted ha dicho que Putin pospondrá la invasión.

AM: En Rusia, todo depende en los hechos de un solo hombre. Y al decir «todo», me refiero a las decisiones. Tal vez Putin no pueda implementar cualquier escenario, pero ha concentrado más poder político incluso que Stalin. Stalin, al menos formalmente, estaba limitado por el «politburó», un órgano político que en principio podía decirle que no, aunque por supuesto que no lo hizo. Putin no tiene un politburó; es un todopoderoso, un monarca absoluto, un césar.

Pero estoy convencido de que tras 22 años en el poder, Putin no tiene nada positivo que aportar a la política rusa. Cualquier potencial que su liderazgo haya tenido para Rusia está agotado. Y al no haber un mecanismo para el cambio pacífico en el Kremlin, lo que queda es la inercia implacable de la decadencia continua. Es como una bicicleta, que para no caerse tiene que seguir andando. La pregunta es cuándo se detendrá y cómo caerá.

Algo tiene que pasar, porque Putin no quiere caer. Así que optará por lo que los rusos llaman «pequeñas guerras victoriosas». Puede ser Járkov, Odesa, Moldavia, Kazajistán, igual que fue Crimea. Se parece al efecto de un narcótico: después de la euforia, viene la necesidad imperiosa de otra dosis.

IGG: Así que en su opinión, hay una tendencia interna de Rusia hacia la agresión.

AM: Me acuerdo de la reacción sorprendida del Kremlin a la victoria electoral de Zelensky. Los rusos pensaban que era imposible que ganara la elección. [El expresidente Petro] Poroshenko tenía todo a su favor: el ejército, dinero, poder. Tenía que ganar, porque en Rusia, al menos, hubiera ganado. En vez de eso, Poroshenko sufrió una derrota contundente y admitió que había perdido.

Asombrado, el Kremlin no dijo una palabra. Pero enseguida surgió la ansiedad. Si alguien así, un joven actor de una comedia televisiva popular, podía ganar una elección presidencial en Kiev, entonces, qué diablos, algo así también podría ocurrir en Moscú. En ese lugar está Rusia ahora. El régimen está preocupado, sumido en la incertidumbre, no sabe qué va a pasar.

Puede durar algún tiempo; es una estabilidad de la decadencia. ¿Se acuerda de Brezhnev? En aquel tiempo, todos también sabían que el que mandaba era una momia andante, pero lo mantuvieron hasta el final porque el sistema soviético no tenía un mecanismo fiable para el cambio. Por eso es imposible predecir lo que sucederá con Putin y con Rusia. Pero algo tiene que pasar. Al fin y al cabo, ni siquiera Stalin logró que el politburó prohibiera por decreto la muerte.

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