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Las repúblicas de fanáticos en Europa Central

SOFÍA – En la distópica novela Metrópolis, publicada por Ferenc Karinthy en 1970, un talentoso lingüista húngaro llega al aeropuerto de Budapest, pero se equivoca de puerta, sube al avión incorrecto y aterriza en una ciudad donde nadie lo entiende, a pesar de que habla un impresionante cantidad de idiomas. Hoy día, el desafortunado protagonista puede encontrar ecos de esa historia en Europa Central, que se ha convertido en una de las regiones políticamente más confusas del continente.

Aunque muchas encuestas de opinión indican que la abrumadora mayoría de los polacos, húngaros, checos y eslovacos valoran la democracia y el imperio de la ley, la región no ha revertido el giro intolerante que adoptó a principios de esta década. En 2015, Adam Michnik, el disidente anticomunista polaco y editor del diario liberal Gazeta Wyborcza, podría decir de la victoria electoral parlamentaria del partido Ley y Justicia (PiS, por su sigla en polaco) que «a veces, una mujer hermosa pierde la cabeza y se acuesta con un bastardo». Pero el reiterado éxito del PiS en las elecciones de octubre de 2019 sugiere que tal vez la mujer haya decidido casarse con él.

¿Por qué los votantes que habitualmente profesan un compromiso con la democracia apoyan también a líderes políticos que la socavan? ¿Por qué los intentos de los liberales por posicionarse como guardianes de la democracia no les brindan éxitos electorales? Esas son precisamente las preguntas que Milan Svolik, un profesor de ciencia política en Yale, hizo en el número de julio de 2019 del Journal of Democracy.

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