guzman15_Muhammed Emin Canik_Anadolu Agency via Getty Images_argentina protest Muhammed Emin Canik/Anadolu Agency via Getty Images

Deuda y enfermedad

BUENOS AIRES – Es indudable que la pandemia de COVID‑19 será recordada como uno de los episodios más difíciles de la historia del capitalismo moderno. Pero las dificultades no son las mismas para todos los países, de lo que dan cuenta las políticas adoptadas por diversos gobiernos. Y en ningún lugar son tan grandes esas dificultades como en los países con una alta carga de deuda.

En Argentina, la pandemia llegó en un momento en que el país no tenía acceso al crédito. En este contexto, iniciamos y concluimos una reestructuración de deuda soberana en la que (por primera vez) se probaron las cláusulas de acción colectiva (CAC) que se adoptaron como nuevo estándar para los mercados en 2014.

En 2016, Argentina había recuperado finalmente el acceso a los mercados internacionales de crédito, tras una larga batalla legal con los «fondos buitre»: bonistas que se abalanzan a comprar títulos de deuda en problemas, los conservan durante el subsiguiente proceso de reestructuración y luego entablan demandas judiciales para conseguir mejor trato que el obtenido por los bonistas que aceptaron la reestructuración. Al resaltar las falencias de la arquitectura internacional de resolución de crisis de deuda soberana, los padecimientos de Argentina sentaron las bases para una reforma. A fines de 2014, la Asamblea General de las Naciones Unidas inició un proceso para la creación de un marco formal de reestructuración de deudas soberanas; tras el aval dado ese mismo año por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales, las CAC obligan desde entonces a las minorías a aceptar la decisión de mayorías cualificadas.

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