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La alquimia de la angustia

LONDRES – Vivimos en la Era de la Angustia. Son tiempos de enojo, aprehensión, temor, confusión, división, polarización y creciente desconfianza y desdén por las instituciones. Gracias a la proliferación de las tecnologías digitales, somos tanto espectadores como gladiadores. Podemos cambiar de un rol a otro en un abrir y cerrar de ojos, en un zumbante ir y venir entre los asientos para la audiencia y la seca y polvorienta arena.

Las plataformas de las redes sociales se convirtieron en el Coliseo del siglo XXI. En estas palestras digitales —grandes y pequeñas, locales e internacionales— casi a diario hay un nuevo combate y, aunque los contendientes suelen cambiar con frecuencia, el lenguaje del odio y la desconfianza permanece. Pero aunque los antiguos romanos se entretenían con esos espectáculos brutales y sangrientos, a los modernos solo nos dejan más enojados.

La etimología de la palabra es importante. En inglés, «enojo» deriva del escandinavo antiguo angr, que indica aflicción, disgusto, pesar, agonía y dolor. El enojo se relaciona directamente con un tipo de dolor que muchos sentimos ahora en todo el mundo, aunque tal vez no lo expresemos en esos términos. A las peleas a los gritos y los penetrantes silencios, impulsándolos, subyace una simple verdad: estamos sufriendo.

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