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Regresando a la senda climática de París

PARÍS – Cuando los representantes de casi 200 países firmaron el acuerdo climático de París el 12 de diciembre de 2015, hubo celebraciones en todo el mundo. Pero ya han pasado cinco años y el mundo está en un estado de incertidumbre cada vez más profunda. La crisis del COVID-19 no admite soluciones rápidas. La pandemia ha introducido crisis económicas y sociales cada vez más agudas, así como una ola de mayor endeudamiento. El panorama geopolítico ha estado fracturado durante décadas y eso no ha cambiado. Y, con la reorganización en curso de las cadenas de suministro globales, las perspectivas de lograr una mayor integración global a través del comercio se están desvaneciendo.

Sin embargo, a pesar de toda la agitación reciente, una certeza se mantiene en pie: la crisis climática y la necesidad de apegarse al acuerdo de París, que es la única hoja de ruta que tenemos para descarbonizar la economía global. Si bien el acuerdo en un principio planteó dudas, sus principales mecanismos consisten en ofrecer su eficiencia y eficacia, y su meta de alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para mediados de siglo hoy es el punto de referencia para gobiernos y empresas en todo el mundo. Cada vez más sectores económicos –finanzas públicas y privadas, energía, transporte y, progresivamente, la industria- están fijando objetivos consistentes con esta meta. 

De cara a la inminente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) de 2021, la tarea inmediata de los gobiernos es fortalecer sus planes climáticos (siguiendo la lógica del “mecanismo de trinquete” del acuerdo de París) para cumplir con las metas de reducción de emisiones para 2030. Políticamente, el mundo ha alcanzado un punto de inflexión. El discurso infame de Donald Trump en el Rose Garden en junio de 2017 anunciando el retiro de Estados Unidos del acuerdo de París provocó un efecto dominó negativo, alentando a Brasil, Australia y México a atemperar también sus ambiciones climáticas. Pero ahora estamos en la antesala de un efecto dominó positivo, en tanto más gobiernos y sectores toman conciencia de que la descarbonización es la clave para la competitividad económica futura.

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