PEKÍN – Gran parte del mundo observa al presidente chino Xi Jinping con preocupación. No solo porque ha estado reconcentrando el poder en manos del gobierno central, sino también porque muchos creen que su radical campaña anticorrupción es la fachada de una purga política. Les preocupa que Xi esté creando un culto a la personalidad muy similar al que rodeó a Mao Zedong y alimentó la Revolución Cultural.
La verdad es mucho menos siniestra. Aunque ciertamente Xi está, en alguna medida, acumulando poder, su motivación es la necesidad de fortalecer a China (tanto a su gobierno como a su economía). Para alcanzar el éxito debe poner nuevamente en línea a una burocracia que en alguna medida se salió de control.
Durante las últimas tres décadas, se descentralizó considerablemente el poder en China y los gobiernos provinciales y municipales recibieron incrementalmente una autonomía sustancial para experimentar y probar reformas orientadas a atraer inversión extranjera e impulsar el crecimiento del PIB. Además, se les otorgó el control directo de recursos —como la tierra, las finanzas, la energía y las materias primas— y el desarrollo de la infraestructura local. Así los gobiernos nacionales representaron en promedio el 71 % del gasto público total entre 2000 y 2014, una participación muy superior a la de los países federales más grandes del mundo (la participación de los estados de EE. UU. en el gasto público, por ejemplo, es del 46 %).
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Like Vladimir Putin, China's leader is so steeped in a narrative of victimhood and fearful of appearing weak that it is hard to imagine him ever leading China out of the mess he has created. He could well be remembered as the leader who squandered history's most remarkable economic success story.
about the country's increasingly worrisome trajectory, both at home and abroad.
Artificial IdiocyFrank Rumpenhorst/picture alliance via Getty Images
Following the latest banking crisis, monetary authorities should seriously consider how modern digital technologies could be used to avert such problems in the future. A central bank digital currency would both eliminate many barriers to financial transactions and end the risk of bank runs once and for all.
explains how central bank digital currencies would end bank runs and banks' excessive risk-taking.
PEKÍN – Gran parte del mundo observa al presidente chino Xi Jinping con preocupación. No solo porque ha estado reconcentrando el poder en manos del gobierno central, sino también porque muchos creen que su radical campaña anticorrupción es la fachada de una purga política. Les preocupa que Xi esté creando un culto a la personalidad muy similar al que rodeó a Mao Zedong y alimentó la Revolución Cultural.
La verdad es mucho menos siniestra. Aunque ciertamente Xi está, en alguna medida, acumulando poder, su motivación es la necesidad de fortalecer a China (tanto a su gobierno como a su economía). Para alcanzar el éxito debe poner nuevamente en línea a una burocracia que en alguna medida se salió de control.
Durante las últimas tres décadas, se descentralizó considerablemente el poder en China y los gobiernos provinciales y municipales recibieron incrementalmente una autonomía sustancial para experimentar y probar reformas orientadas a atraer inversión extranjera e impulsar el crecimiento del PIB. Además, se les otorgó el control directo de recursos —como la tierra, las finanzas, la energía y las materias primas— y el desarrollo de la infraestructura local. Así los gobiernos nacionales representaron en promedio el 71 % del gasto público total entre 2000 y 2014, una participación muy superior a la de los países federales más grandes del mundo (la participación de los estados de EE. UU. en el gasto público, por ejemplo, es del 46 %).
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