67421f0446f86f380ef0b423_pa3689c.jpg Paul Lachine

La respuesta deficiente de WikiLeaks a un mundo deficiente

NUEVA YORK – Hace mucho tiempo, escribí sobre el pionero de Internet Julf Helsingius, que dirigió un precursor de WikiLeaks llamado anon.penet.fi. Como dije entonces: “El anonimato en sí no debería ser ilegal. Existen suficientes buenas razones para que la gente sea anónima como para que esté permitido –al menos en algunos lugares de la web (como en la vida real)”.

Sin embargo, anon.penet.fi prácticamente pasó inadvertido: no había suficiente gente en Internet al mismo tiempo como para leer lo que se publicaba, y Julf no usó el “modelo de negocios” de WikiLeaks de cooperación con los “medios del establishment”. Finalmente, tuvo que cerrar el sitio en una pelea con la Iglesia de la Cienciología, que utilizó la ley de propiedad intelectual para guardar sus secretos.

No puede haber una línea clara que delimite lo que se necesita mantener en secreto (o nunca mencionar) de lo que no, pero se la debería trazar lejos de donde la colocan la mayoría de las autoridades –al menos en un mundo donde las autoridades son imperfectas-. Si no estamos dispuestos a exigirle transparencia a las instituciones que ejercen poder sobre nosotros, o no podemos hacerlo, deberíamos estarles agradecidos a aquellos que ponen sus vidas (y sus conciencias) en riesgo para hacerlo.

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