drew63_Kent Nishimura  Los Angeles Times via Getty Images_trump impeachment Kent Nishimura/Los Angeles Times via Getty Images

Un juicio político condenado al fracaso por el partidismo

WASHINGTON D. C. – El fracaso del Senado estadounidense para declarar culpable a Donald Trump por instigar los disturbios del 6 de enero en el Capitolio —por lo que la Cámara de Representantes había solicitado su juicio político— plantea dudas sobre la capacidad del Congreso para lograr que un presidente rinda cuentas por sus acciones anticonstitucionales. Los fundadores del país procuraron evitar que un presidente ampliara su propio poder al punto de convertirse, de hecho, en un rey. Con Trump el sistema constitucional estadounidense tenía una daga apuntando a su corazón: un presidente que se negó a reconocer que había perdido una elección y estaba dispuesto a usar a la turba para atacar físicamente a otro de los poderes supuestamente equivalentes.

Los fundadores de EE. UU. hicieron que una condena del Senado, que implica la destitución del cargo, por un delito procesable —que no necesariamente ha de ser un delito legal— resulte muy difícil, porque requiere una mayoría de dos tercios. Creían que no se debe destituir a un presidente por un cambio de humor en el país.

Nunca se destituyó a un presidente mediante el juicio político de la Cámara seguido de una condena por el Senado; Richard Nixon renunció porque los líderes republicanos en el Congreso le informaron que ya no contaba con suficiente apoyo en el Senado para seguir ejerciendo. Básicamente, sacar a un presidente de sus funciones implica anular el voto del pueblo. Por otra parte, es probable que esa persona mantenga el control de al menos un segmento de su partido. De hecho, hasta no hace mucho en la historia estadounidense, los políticos se resistían incluso a hablar de este tema.

https://prosyn.org/QZbGD4Kes