¿Por qué hundir a Ryanair?

La política de la competencia es el mayor éxito de la Unión Europea. La razón es sencilla: se ha privado a las naciones particulares de la jurisdicción para adoptar decisiones relativas a ese sector, por lo que resulta más difícil influir en ellas. El resultado es que muchos grupos de interés que se oponen al aumento de la competencia o que luchan para proteger la ayuda estatal han quedado enormemente debilitados. Pero, ¿no habrá ido demasiado lejos la lucha contra los monopolios?

Los poderes ejecutivos con que cuenta la Comisión Europea en materia de política de competencia le permiten evitar los vetos nacionales y las transacciones comunes en otros sectores. Por ejemplo, la aplicación de las normas que rigen el mercado único está sujeta a una regla de unanimidad o, como mínimo, a una mayoría cualificada de los Estados miembros, por lo que los avances suelen ser lentos.

Recientemente, la Comisión Europea ha perdido gran parte de su reputación ante los europeos comunes y corrientes con las vitriólicas luchas entre el Consejo y la Comisión respecto del difunto Pacto de Estabilidad y la imposibilidad de aprobar el proyecto de Constitución. De modo que reviste importancia decisiva que resplandezca la reputación de la Comisión en el sector de la política de competencia, porque se trata del capital más precioso de la Unión; no es éste el momento de dilapidarlo.

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